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El 'au pair' Ethan Blasco en el centro de Londres. ione saizar
Reino Unido cierra la puerta a los 'au pair'

Reino Unido cierra la puerta a los 'au pair'

El destino preferido de jóvenes españoles para aprender inglés viviendo con una familia exige ahora visado de inmigrante

iñigo gurruchaga

Corresponsal. Londres

Sábado, 13 de febrero 2021, 21:40

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Ethan Blasco acaba de cumplir 22 años y no tiene más que buenas palabras sobre la localidad en la que vive, Weybridge, una villa con unos 30.000 habitantes en el oeste de Londres. Describe a la pareja que le acoge desde septiembre con términos también afectuosos. Le han facilitado la integración en la familia y en el país, le tratan con confianza. Es, al fin y al cabo, como un hermano mayor para su hijo de 7 años.

El joven valenciano pertenece al último grupo de europeos que podrá disfrutar de esa experiencia. Porque el 'brexit' ha deparado la sorpresa de que se comercien un mes después más acciones en la bolsa de Amsterdam que en la de Londres, o de que algunos marisqueros escoceses no puedan exportar; y el descubrimiento de que ya no se permite la entrada de 'au pairs' en Reino Unido.

Los gobiernos británicos han dado prioridad en los últimos cinco años al fin del movimiento libre de personas en la UE y el 1 de enero entró en vigor una nueva ley de inmigración. Exige visados a los extranjeros que busquen un trabajo remunerado. Entre los requisitos se incluye que quienes tengan una oferta para cuidar niños han de recibir un salario anual mínimo de unos 23.000 euros.

LA CLAVE:

  • 45.000 familias británicas se estima que se benefician actualmente de la presencia de los 'au pair'.

  • Nuevos requisitos. Quienes tengan una oferta para cuidar niños deberán recibir un salario anual mínimo de 23.000 euros

Blasco puede permanecer en Reino Unido porque llegó antes del fin de 2020 y ha solicitado, al igual que otros 250.000 españoles, el estatuto de asentado. El suyo es provisional, porque debe pasar cinco años de residencia para que se le reconozcan todos los derechos de los ciudadanos comunitarios asentados en el país. Puede y quiere continuar con su actual trabajo.

La paga es de 114 euros por unas 25 horas semanales. Pero tiene su propia habitación, come y cena con la familia, tiene tiempo para estudiar inglés y así complementar su grado superior de animación y actividades físico deportivas (Tafad). Quiere conocer más lugares y facetas de «uno de los mejores países del mundo», cuando terminen las restricciones por la pandemia.

Tanto él como Laura Martín, fundadora de la agencia Servihogar, que también le organizó su primera experiencia como 'au pair', hace cuatro años en Escocia, mencionan en la conversación un argumento común entre los afectados por esta sorpresa del 'brexit'. «El programa 'au pair' ha de tratarse como un intercambio cultural y no como un empleo», afirman.

¿Qué motiva a las chicas alemanas, suecas u holandesas que piden a Martín una familia española para pasar con ella un curso? ¿La promesa de setenta euros semanales a cambio de cuidar a los niños y de hacer alguna tarea doméstica? No. Quieren mejorar su conocimiento del español, al igual que Ethan Blasco con el inglés. Ya prepara el examen para el nivel intermedio B1.

No todo son parabienes sobre el estatuto de 'au pair'. Cuando Peter Foster publicó en la red social Twitter su artículo del 'Financial Times' sobre el fin de un intercambio del que se beneficiarían al menos 45.000 familias británicas, una cascada de reproches cayó sobre el autor, por preocuparse por quienes «explotan de manera descarnada a jóvenes extranjeros como esclavos modernos», según una réplica.

La respuesta del Ministerio de Interior británico a Jamie Shackell, presidenta de BAPAA, asociación de agencias de 'au pair', sugiere que el final es bienvenido. «La inmigración ha de considerarse junto al desarrollo de la mano de obra de Reino Unido, en vez de como una alternativa», decía la carta. Y recomendaba que las familias ofrezcan mejores condiciones para atraer a inmigrantes con visado.

Cynthia Cary, que creó hace doce años la agencia Rainbow en Inglaterra y ha tenido en Servihogar una referencia para reclutar a sus 'au pairs', ha perdido más del 90% de su negocio, que se surtía de jóvenes comunitarios. Ve «un futuro lúgubre» para su empresa. Intentará ahora reclutar directamente a estudiantes que han pospuesto su marcha a la Universidad por la pandemia o a nuevos inmigrantes.

Se pondrá a prueba la voluntad de jóvenes británicos, o de australianos y neozelandeses que se benefician de visados temporales para jóvenes extranjeros, de vivir con una familia y trabajar por el salario mínimo las horas contratadas, cuando ya conocen el idioma y la cultura. La pérdida de 'au pairs' perjudicará especialmente a familias monoparentales o en las que ambos cónyuges trabajan.

Indiferencia de los gobiernos

Las agencias españolas asociadas en AEPA quisieran ver la creación de un visado especial para 'au pairs', como existen en Alemania, Holanda y otros países de la UE. Facilitaría quizás la apertura de un canal de reciprocidad con Reino Unido, pero los gobiernos parecen por el momento indiferentes.

Laura Martin vivió en Newcastle cuatro meses memorables hace treinta años con la familia de un diputado y Ethan Blasco se muestra exultante a pesar de las limitaciones de la pandemia. Pero el destino preferido de jóvenes españoles, sin recursos para pagar cursos de inglés y una estancia prolongada en Reino Unido, ha cerrado su puerta a la extraordinaria experiencia juvenil de integrarse por un tiempo en una familia de la que se desconocen el idioma y sus costumbres.

Un intercambio internacional desde hace siete décadas

Las enciclopedias sitúan el origen del término 'au pair', expresión francesa que se puede traducir como «a la par», en una cita del novelista Honoré de Balzac, que describió de esa manera a una empleada que parecía disfrutar de igualdad con su patrón. La popularidad como ocupación habría crecido tras la Segunda Guerra Mundial.

Lucy Lethbridge cuenta en 'Servants', sirvientes, que en 1964, agencias habían llevado a Reino Unido a 20.000 chicas para trabajar como 'au pairs'. La tarea era entonces restringida a mujeres y las fantasías produjeron literatura sobre «duras y mercenarias» chicas francesas que conquistaban al marido de la casa vecina o jóvenes nórdicas con una libertad sexual que consumía a los adolescentes locales.

En 1969, el Consejo de Europa promovió un acuerdo internacional para la regulación común, que recomendaba normas y contratos. España lo ratificó en 1988, pero, una década antes, una mujer suiza ya había creado en Barcelona la primera agencia en España. Pertenecía a una familia que extendió la actividad por varios países europeos.

Victoria Vicente aprendió el oficio en la agencia, 'Au Pair Internacional' y la compró a su fundadora. Su actividad se extendió en España y por diferentes países de Europa, América y Asia. Reclutaba también a jóvenes deseosos de aprender inglés como empleados para la hostelería británica, siempre necesitada de mano de obra extranjera.

Recuerda el tiempo en el que la aspirante a 'au pair' necesitaba una carta de la familia para entrar en Reino Unido y que Sara Montiel tenía chicas extranjeras en su casa. No ve una solución inmediata al problema creado con el 'brexit'. Trabaja con agencias en Irlanda, pero ese mercado no puede satisfacer toda la demanda. Tras el bajón de actividad en la pandemia y el cierre de Reino Unido, disolverá la agencia este otoño y se jubilará.

Como otras gestoras del sector, Vicente reconoce que hay familias que abusan de la 'au pair', pero que se destacan las malas noticias cuando la experiencia general es positiva. Ethan Blasco cuenta que, en el grupo de cincuenta que tienen en WhatsApp los 'au pairs' de su zona, solo dos han tenido problemas, uno de ellos por su culpa y otra chica con una familia musulmana que le exigía seguir normas de su fe.

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