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Cartel distribuido por la Policía con los rostros de las víctimas oficina del sheriff de Pike
La noche de la manada

La noche de la manada

crónicas del extranjero ·

Ohio sienta en el banquillo a un matrimonio y sus dos hijos por asesinar a ocho miembros de una familia en una disputa sobre una custodia compartida

Lunes, 1 de agosto 2022

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Los ocho miembros de la familia Rhoden fueron asesinados en la madrugada del 22 de abril de 2016 en Ohio. Todos ellos aparecieron acribillados a balazos. A la mayoría les mataron en sus camas mientras dormían. Vivían en una 'mobilhome' y tres caravanas situadas a pocos kilómetros unas de otras en un terreno familiar en el condado de Pike. Los asesinos pusieron en práctica una coreografía mortal. Nadie pudo alertar a nadie porque todos fueron abatidos en un itinerario salvaje en cuestión de minutos. Cerca parecía oler a un cultivo casero de marihuana nada escandaloso. Había mucha sangre en los cuatro hogares. Las manchas lo salpicaban todo. Incluso a un niño de tres años y a dos bebés. Los únicos supervivientes. Uno de ellos tenía seis meses y el otro, recién nacido solo cuatro días antes, seguía pegado al cadáver de su madre cuando llegó la Policía. La madre, Hanna, había recibido dos disparos en la cara y estaba fría.

Los Rhoden formaban un grupo de clase media con empleos corrientes en los que se cobraba puntualmente. Los investigadores pensaron en origen en un ajuste de cuentas porque una de las víctimas había tenido problemas con las drogas en el pasado. La cuestión es que los indicios no encajaban. A ninguno de los fallecidos se les había conocido enemigos tan letales en vida ni el desorden de la masacre invitaba a pensar en unos sicarios contratados. Tampoco se correspondía con un caso de violencia domética masivo. La única certeza consistía en que los criminales continuaban libres y armados. Durante los días siguientes, la Policía se dedicó a peinar el Estado y localizar hasta casi medio centenar de allegados de la familia por si los pistoleros los tenían también en su diana.

El caso se convirtió en uno de los más ináuditos y complejos de la historia criminal de Ohio. Los Rhoden fueron enterrados y transcurrieron dos años hasta que el fiscal, el sheriff y los periodistas dejaron de acudir a las misas de aniversario. La matanza de Pike se enterró tanto como a sus víctimas: Christopher Rhoden, de 40; su exesposa, Dana, de 37; sus tres hijos, Hannah, de 19, Chris, de 16, y Frankie, de 20. La furia de los tiradores también acabó con la vida de la novia de Frankie, así como con la de un tío y un primo de la familia, de 44 y 38 años, que pernoctaban en uno de los remolques. Durante un tiempo hubo un cartel clavado en la puerta del granero de Christhoper: '¿Sabes quién nos asesinó el 22 de abril de 2016?'

Treinta y dos balas

Han sido necesarios seis años para encontrar la respuesta y celebrar el juicio, que comenzará a finales de este mes ante un jurado popular. La expectativa es máxima. La violencia de la América rural se halla de nuevo en el centro del debate. El fiscal general que se encargó de reunir las piezas del rompecabezas, Mike DeWine, es el gobernador del Estado desde 2019. En la sala sólo faltará el sheriff que lideró la investigación: Charles Reader. El alguacil se hizo famoso por sus pesquisas e intervenciones en la televisión, pero fue condenado a prisión el año pasado acusado de dieciséis delitos de corrupción y el robo de miles de dólares confiscados en otros casos.

¿Y quiénes se sentarán en el banquillo? Pues ni más ni menos que los cuatro miembros de la familia Wagner, una representación arquetípica de ese lugar de Norteamérica donde si es necesario sacar los puños –o el rifle– para defender al clan, se hace. Y por las miles de pruebas recogidas, parece ser que decidieron resolver a a tiros la custodia de Sophie, una niña de dos años y medio fruto de una relación casual entre Hanna Rhoden (cuando tenía 15 años) y Jake Wagner (a los 22). Además de Jake, deberán responder por los ocho homicidios sus padres, Ángela y George Wagner III, así como su hermano George Wagner IV, de 30 años.

Aguardan días de vértigo en esta comunidad de apenas 28.000 almas que toma su nombre del general y expedicionario Zebulon Pike, muerto en 1813. El equipo fiscal no está dispuesto a que la investigación criminal más costosa realizada jamás en el territorio acabe sin culpables. En estos seis años, el Ministerio Público afirma que ha conseguido reconstruir el tablero del infierno, determinar el papel en la conspiración de cada una de las personas que se sientan en el banquillo y quién disparó a quién en aquella noche donde 32 balas cruzaron el aire.

George Wagner IV declara ante el tribunal en una audiencia anterior
George Wagner IV declara ante el tribunal en una audiencia anterior ap

El retrato dibujado sobre los Wagner muestra a una familia básica y tradicional apegada a un código de conducta particular tan áspero como el nervio de un látigo. No admitían influencias en su vida. Tanto es así que cuando las mujeres de los dos hijos intentaron que se fueran a vivir a otra ciudad terminaron separándose y huyendo para evitar la represalia de la manada. Los inculpados no son un modelo social. Infancias duras, atraso educacional, broncas, delitos menores, lo clásico. Los Rhoden no tuvieron suerte al cruzarse en su camino.

Según el relato fiscal, formaban una familia colegiada. Y, al parecer, escalofriante. Celebraron una votación en la Navidad de 2016 para decidir si mataban a Christopher Rhoden y los suyos. Salió que sí. Así era la gélida conciencia del grupo. El clan acudía también al lugar donde vivían sus futuras víctimas cuando estaban fuera para disparar al aire y comprobar si el ruido de las detonaciones llegaba demasiado lejos. El cabeza de familia consideró que lo mejor era comprar las piezas para fabricar silenciadores caseros, lo que a la postre resultó fatal. Los investigadores confirmaron la imposibilidad de efectuar tantos disparos sin que nadie escuchara nada, por lo que rastrearon los comercios donde se vendían ese tipo de mecanismos.

Angela, la madre, no participó directamente en la matanza. Al parecer, se quedó en casa con la pequeña Sophie, esperando su dramática orfandad. Era el día de custodia compartida y la coartada del clan. Pero antes la mujer adquirió zapatillas deportivas para que su marido e hijos las usaran en su viaje al infierno y luego las destruyeran. La huella de una suela impregnada en sangre quedó impresa en el suelo de una caravana. También se hicieron con una furgoneta para sus desplazamientos, que posteriormente escondieron. Christopher Rhoden, trabajador de un resort en un lago de Lucasville, fue el primero en caer al abrir confiado la puerta del 'mobilhome' a George Wagner. Quiso defenderse, pero recibió nueve disparos. A su mujer, enfermera, le destrozaron la cara de cinco tiros. Con los demás no hubo resistencia. Dormían. Una cacería brutal.

Pacto con la Fiscalía

Meses después, los presuntos asesinos se trasladaron a Alaska. Habían sido interrogados. La Policía acumulaba sospechas. Quisieron poner distancia. Pero cometieron el error de regresar demasiado pronto. Las colinas y los pastos les llamaban. Eso se lleva dentro. Como la violencia. En 2018 se instalaron en South Webster y fueron arrestados uno por uno.

En abril de 2021, el mismo día en que se cumplió el quinto aniversario de la matanza, Jake confesó a cambio de un acuerdo con la Fiscalía para exonerar a los cuatro de la pena de muerte y sustituirla por la cadena perpetua. Lloró al hablar del asesinato de Hanna. Serán juzgados por separado. El primero en enfrentarse al tribunal será George Wagner IV en cuanto este 8 de agosto termine la selección de los miembros del jurado No es una operación sencilla. El juicio se alargará posiblemente hasta el otoño. Y muchos habitantes de este condado caracterizado por sus bajos ingresos no están dispuestos a pasar varias semanas fuera de sus trabajos.

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