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Directo Vegueta se tiñe de blanco con la procesión de Las Mantillas

La arenga de Trump extiende la ira

Quince estados se ven obligados a desplegar a la Guardia Nacional para frenar la ola de violencia racial que recorre el país

Mercedes Gallego /Corresponsal. Nueva York

Jueves, 1 de enero 1970

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Ya no es Minneapolis. Ni los Ángeles. Ni Nueva York. Es todo Estados Unidos, ahogado por un cúmulo de violencia racial que hace una semana dejó sin aire a George Floyd bajo el peso de un policía blanco y avivó las llamas de la indignación en todo el país.

Con los jóvenes inquietos por el confinamiento y cuarenta millones de nuevos parados, las protestas han prendido sobre siglos de injusticias y brutalidad racial como en un bosque seco hasta extenderse al menos a 75 ciudades. Dos docenas de alcaldes han tenido que imponer el toque de queda y quince estados han tenido que pedir ayuda a la Guardia Nacional. El país tiembla, porque quien está en el poder no es Lyndon Johnson, como cuando ardía Mississippi en 1964, sino Donald Trump, que pide más dureza contra los «malhechores» y lanza consignas para activar a sus seguidores más racistas. «¡Alerta Patriota!», decía el email masivo que envió ayer su campaña para recaudar fondos en este «momento crítico».

A buen entendedor, con pocas palabras basta. Trump es experto en hablar en código. Unos y otros saben interpretarlo. A Jerone Brown no se le escapa. Por el ‘downtown’ desierto de Minneapolis ve pasar una brillante camioneta pick-up empapelada de pegatinas y hasta banderas confederadas por cuya ventanilla sale música country, y se le escapa un improperio intraducible. «¿Lo ves?», apunta. «Ignorant ass honky». Algo así como ‘blancucho ignorante de mierda’. «Probablemente está encantando con lo que está pasando. Esto justifica sus creencias, está orgulloso de su país y se siente un patriota», explica. «No van a parar, verán esto como una justificación de lo que hacen. El presidente es un racista, pero dice exactamente lo que la gente piensa».

La clave:

Ataques de la Casa Blanca.

El presidente culpa a «alcaldes de izquierda que dejaron que la situación se les escapase de las manos»

Un problema enquistado.

Miles de personas rodean las comisarías de todo el territorio para denunciar años de violencia policial

Para gente como él, «justicia» es lo que está pasando en las calles. «El caos generalizado, que se joda la Policía». Minneapolis puso la llama al quemar el jueves la comisaría del Tercer Distrito donde trabajaban los cuatro agentes involucrados en la muerte de Floyd, pero cientos de miles de negros y blancos solidarios les han seguido los pasos rodeando las centrales policiales de todo el país, la Casa Blanca y los rascacielos de la Organización Trump, lanzándo piedras, cócteles molotov e improperios de todo tipo.

Bajo la batuta de un presidente que ve el diálogo como un signo de debilidad y cree en la fuerza bruta, la Policía repartió palos a diestra y siniestra este fin de semana, sin distinción de razas, sexos, edades u oficio. Los vídeos muestran a una niña blanca de 9 años en Seattle a la que un agente roció la cara con gas pimienta a corta distancia o a una adolescente negra de 15, bañada en lágrimas en el suelo por causas similares, a la que un agente de Maryland remata con una patada en la cara sin venir a cuento. Y hasta un furgón policial de Nueva York que embiste sin piedad contra los manifestantes, que impedían el paso a otra patrulla.

Sin piedad. «¡Prensa!», gritaban los periodistas en Minneapolis. «¡No me importa! ¡Lárgate a casa!», contestaban los agentes y efectivos de la Guardia Nacional, en el mejor de los casos. En la mayoría, sin palabras, un porra en la cabeza, un disparo en la pierna, una pelota de goma en el ojo. Como la que ayer dejó permanentemente ciega del ojo izquierdo a la fotógrafa Linda Tirado. O impactó un disparo de gases lacrimógenos en la pierna de una periodista de ‘Los Angeles Times’. O mostró a un equipo de televisión de Louisville (Kentucky) que recibió las ráfagas en directo. Algunos incluso piensan que la policía y los militares apuntaban directamente a la prensa, «el enemigo del pueblo» en palabras del presidente.

Trump no es Johnson

Trump no será Johnson y de aquí no saldrá una nueva victoria para los derechos civiles. El presidente aplaudió ayer en Twitter la mano dura de la Guardia Nacional, fustigó a los «alcaldes débiles de izquierda que dejaron que la situación se les escapase de las manos», y anunció que denominará «organización terrorista» al movimiento Antifa, que se autodenomina de anarquismo pacífico una organización terrorista.

«La vida de los negros no vale una mierda en este país»

«La vida de los negros no vale una mierda en este país»

mercedes gallego

Pero la indignación ha taponado ya los oídos de muchos ciudadadanos, tanto negros como blancos. En la noche del sábado se apoderaron de las calles en Nueva York, Filadelfia, Dallas, Las Vegas, Seattle, Des Moines, Memphis, Los Ángeles, Atlanta, Miami, Portland, Chicago, e incluso la capital Washington. Los manifestantes en todo el país corearon consignas como ‘Black Lives Matter’ (Las vidas negras importan) y «No puedo respirar», las palabras de Floyd antes de morir.

Rutas fueron cortadas, coches y comercios incendiados, una violencia que empaña el objetivo de denunciar años de intolerancia racial. Las protestas sumaron ayer a su tercera víctima mortal. El cuerpo de un hombre fue encontrado en la madrugada cerca de un vehículo incendiado en Minneapolis, informó la Policía. El cadáver, por el momento no identificado, presentaba señales claras de traumatismos.

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