Secciones
Servicios
Destacamos
Íñigo Gurruchaga / Londres
Jueves, 1 de enero 1970
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
La sesión de Preguntas al Primer Ministro, que tiene lugar en el mediodía de los miércoles, no suele ser fuente de revelaciones. Es una contienda retórica en la que el líder de la oposición tiene derecho a cuatro o cinco preguntas mientras el resto de los diputados solo pueden plantear una al jefe de Gobierno.
Desde que la Cámara regresó a su actividad tras el receso de Semana Santa, se sientan en los bancos unos cincuenta diputados y los demás- hasta sumar 650- asisten por vía telemática, con sus intervenciones proyectadas en pantallas. Las circunstancias de la epidemia imponen ya sobriedad, que acentúa la frialdad de la tecnología.
El regreso de Johnson tras su enfermedad y el nacimiento de su hijo habría sido saludado por sus colegas conservadores con vociferío y agitando los folios del orden del día. No hubo euforia, y el líder se iba a someter al escrutinio del minucioso abogado Keir Starmer, que encabeza las filas laboristas tras la marcha de Jeremy Corbyn.
Johnson no puede usar su arma preferida, el humor, para evadirse ahora de situaciones apuradas. La epidemia exige gravedad y ciencia. Citó el artículo que un prestigioso estadístico, David Spiegelhalter, publicó en ‘The Guardian’ sobre la inexactitud de las cifras actuales, la imposibilidad de comparaciones en esta fase de la epidemia y la galería de factores que permitirán entender en el futuro la pandemia y la eficacia de diferentes estrategias mejor que el tosco número de muertes.
Todos saben
Starmer blandió una copia de los gráficos de la evolución de cifras de muertes que exhibe el Gobierno en sus ruedas de prensa diarias para dañar el escudo de Johnson y enumeró debilidades de su estrategia: la acumulación de fallecimientos en residencias de mayores, el abandono en marzo de test de infección entre la población, las carencias de equipamiento para el personal sanitario,...
Johnson inició una política de mitigación de la epidemia cuyo pilar era el aislamiento de los mayores, antes de optar por el confinamiento general. El primer ministro reconoció que lamenta «con amargura» las muertes en residencias, pero según él están descendiendo. Starmer puso en duda esa afirmación, si persiste la tendencia de los datos que publica semanalmente la Oficina Nacional de Estadísticas.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.