Corea del Norte no está para bromas

El régimen de Pionyang cree que la defunción del prócer no es asunto de broma y ha impuesto un luto emocional de once días. Ni risas ni alcohol ni actos de ocio que muevan al festejo, el solaz y el esparcimiento. Así lo asegura Radio Free Asia, cadena que, claro está, también está prohibida. Nada raro que las autoridades recelen de esta emisora, que en sus orígenes se dedicó a esparcir propaganda estadounidense por toda Asia.

Este viernes, gran día del superduelo, fue un día festivo, lo que puede parecer contradictorio. Pero en un Estado en el que la mejor diana es el blanco nuclear se ven las cosas de forma diferente. Radio Free Asia asegura que los sufridos norcoreanos no pudieron este viernes ir de compras. Tampoco lo debieron de echar de menos, al menos en lo que atañe a la adquisición de alimentos, pues la nación está asolada por la malnutrición.

Este viernes los ciudadanos tenían una poderosa razón para mostrarse más apesadumbrados que de costumbre: los agentes de seguridad recibieron la orden de vigilar a quienes no se mostraran lo suficientemente apenados. En el Estado más hermético del mundo nadie abre la boca salvo para llorar como una plañidera.

El padre del actual dictador murió el 17 de diciembre de 2011 a los 69 años a causa de un ataque al corazón, aunque un año después se dijo que el ataque que acabó con su vida no fue cardiaco, sino «de ira», un berrinche motivado por los defectos de construcción en una planta de energía eléctrica en Huichon, provincia de Jagang.

Educado en Suiza y aficionado al baloncesto, Kim Jong-un, del que se creía que abrazaría ideas extranjeras cuando accedió al poder, al cabo de una década se ha mostrado fiel a la tradición familiar. Ha apartado a quienes le cuestionaban, entre ellos su tío y su hermanastro, y ha reforzado el aislamiento del país, en consonancia con la política de sus predecesores. Poco se conoce del dirigente. Por no saberse, hasta se tienen dudas sobre la fecha de su nacimiento.

El régimen conmemoró la efemérides con una ceremonia multitudinaria que se celebró en el exterior del Palacio del Sol Kumsusan, en Pionyang, al que asistieron también, como poco, centenares de civiles y militares. Como es habitual, se repartieron loas al clan de los Kim hasta el empalago. Todo muy rígido y cuadriculado, como el peinado del líder supremo.