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Manifestantes libios protestan en la ciudad de Bengasi contra el aplazamiento de las elecciones. AFP
La transición sume a Libia en la impotencia

La transición sume a Libia en la impotencia

La cancelación in extremis de las elecciones constituye la muestra más evidente de la descomposición del país norteafricano

gerardo elorriaga

Sábado, 25 de diciembre 2021, 19:51

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No pudo ser. Los comicios libios fueron cancelados veinticuatro horas antes de su celebración. La convocatoria del 24 de diciembre era decisiva porque la cita con las urnas pretendía recuperar un Estado fracturado. Pero la Comisión Electoral reconoció, veinticuatro horas antes, que era imposible organizarlas. Las irregularidades se amontonaban. La lista definitiva de candidatos fue aprobada más allá del límite establecido para el inicio de la campaña y la concurrencia de los más importantes generaba conflictos. Ahora bien, no se trata de problemas formales. En realidad, aquellos que deberían decidir democráticamente su destino son rehenes de las diversas facciones políticas y milicias que se dividen el territorio y sus recursos.

El pasado martes se desplegaron hombres armados en los suburbios de Trípoli, la capital. Parecía un recordatorio de la situación real y no de aquella que ansía la ciudadanía. La república se ha convertido en un puñado de reino de taifas alineados en torno a dos núcleos de poder que se profesan hostilidad mutua, la Fuerza de Protección de Trípoli y la Región Occidental, y el Ejército Nacional Libio (LNA), radicado, mil kilómetros al este, en la ciudad de Tobruk. Al primero se le adjudica una orientación islamista y al segundo, secular, pero ambos se coaligan con paramilitares de diverso signo, desde autodefensas locales, a tribales o formaciones de signo salafista. Más allá de declaraciones reconciliadoras carentes de significado real, el propósito de ambos es aplastar al contrario.

Tercera vía

Los esfuerzos unificadores han partido de la ONU, que ha impulsado una tercera vía, obviando la guerra civil latente. Tras tres años de frustrados intentos, la hoja de ruta del organismo internacional se puso en marcha el pasado mes de octubre con la creación del Foro de Diálogo Político Libio, formado por 73 cargos que representan a las tres regiones del país, y que ha creado un gobierno interino, presuntamente reconocido por todos y que ha asumido la organización de las elecciones.

La relación de candidatos alienta la desesperanza. Resulta grotesca la aparición de Saif al Islam, uno de los hijos del coronel Gadafi sobre el que pesa una orden de detención de la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Tampoco fomentaba la reconciliación la inclusión del mariscal Jalifa Haftar, el caudillo del LNA, y que desencadenó hace un año una ofensiva bélica contra el oeste que incluyó la conquista fallida de la capital. Un tribunal militar de la localidad de Misrata lo ha condenado a muerte por su ataque a esta ciudad-Estado que goza de cierta autonomía, aunque apoya a la coalición que controla la capital.

Apoyo de Turquía

La propuesta de Abdel Hamid Dbeibah, primer ministro del órgano de transición, también evidencia la transgresión de la ley, ya que tan sólo podía acceder a la pugna electoral renunciando a su cargo con tres meses de antelación, medida que no ha respetado. Este antiguo funcionario de la Administración de Gadafi, enriquecido en los tiempos del 'boom' petrolífero, parece disponer del apoyo de los grupos armados islamistas y del régimen de Estambul, principal aliado de la coalición tripolitana.

La anulación demuestra la inseguridad y la división. La Comisión ha aplazado un mes el evento electoral, una dilación ambigua porque no especifica un día concreto para la nueva convocatoria. La realidad es que no hay ninguna garantía de que el proceso culmine, se respete un hipotético recuento limpio y genere una Administración independiente que se imponga a las fuerzas de facto.

Los depredadores tampoco van a permitir que un pueblo soberano condicione el reparto del botín, tal y como se ha producido en la última década. Todos los grupos pugnan por su porción en los ingresos derivados del petróleo. Libia es el cuarto exportador de África y el poseedor de las mayores reservas de hidrocarburos del continente. Hay demasiado que perder.

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