Y sonó una isa para Consuelo
Consuelo García Consuelito para los muchos que la quieren no podía creérselo. Era una mañana como tantas en el hospital Doctor Negrín cuando de pronto oyó sonar una guitarra en el pasillo y por la puerta de su habitación entró Ico Arrocha, al que tanto admira, cantándole una isa, solo para ella. Por un buen rato todo fue alegría.
En un primer momento creyó que era una parranda que recorría el hospital, aunque aquella música, la de la isa conejera, y aquella letra si supiera que con flores se te quitan los agravios, cortaría para ti las flores de abril y mayo, le resultaba muy familiar. Pero solo un instante tardó Consuelito en darse cuenta de que aquel que le cantaba y le ofrecía una orquídea blanca no era otro que su admirado cantante lanzaroteño, al que seguía hace años. «Ay, Ico», exclamó, echándose manos a la cabeza con una sonrisa radiante de niña, «nunca imaginé yo conocerte en persona, siempre te he admirado tanto».