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Y llegó San Valentín

Francisco José Fajardo

Jueves, 1 de enero 1970

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Hoy es 14 de febrero, día de San Valentín, esa fecha que para unos pasa totalmente desapercibida y si se entera de que está próxima es porque ve los escaparates de las tiendas llenos de corazones que atraen a los compradores enamorados que van en busca de un detalle para su media naranja.

Es una fecha extraña, que a uno le coge con la guardia baja y todo depende del tipo de pareja que tengas: Las hay enamoradizas pasionales a las que tienes que corresponder con cena, velas, música de algún cantante ñoño que te ponga tierno y, por supuesto, el correspondiente regalo que llega pasada la empinada cuesta de enero. Aunque a muchas le cueste reconocerlo, a la mayoría de las mujeres les encanta que su chico les prepare algo especial y prueba de ello es que el índice de ocupación de restaurantes y hoteles se dispara este fin de semana... ¡Cupido paga!

Luego están las que no te dicen nada, pero siempre esperan algo. «No te preocupes cariño, si quieres nos vemos para comer algo nunca mencionan la palabra cenar», pero como no les lleves un detalle, literalmente eres hombre muerto. Ese «comemos algo» se traduce en una cena en un buen restaurante, con detalle incluido y lo que surja después de una botella de vino, algo que, a la postre, se traduce en un montante muy superior en organización y presupuesto que el que asumió el amigo anterior, el novio de la enamoradiza pasional. Y todo ello se multiplica este año por el hecho de que cae un fin de semana, por lo que la opción de «si quieres podemos irnos a algún sitio a pasar el fin de semana...», gana muchos enteros.

Por último, también está el caso de las chicas a las que San Valentín ni les va ni les viene. Esta opción es la que menos se suele dar, pero causa un efecto totalmente devastador en el hombre. En vez de quedarnos contentos porque nos evitamos el tener que buscar restaurante, comprar un regalo original y encantador, mirar hoteles en el sur por si la botella de vino hace más efecto del esperado, etcétera... nos emperramos en asumir el papel de fastidiados, algo que aumenta considerablemente cuando intentamos quedar con algún amigo para tomar algo y no puede porque «es que quedé para cenar con mi novia».

Lo mejor es asumir el día con naturalidad, que sea lo que Dios quiera y, por si acaso, compra un regalo para evitar sorpresas de última hora. O si no, búscate una suegra que cumpla años este día y solucionado: cena en familia y que triunfe el amor.

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