Victoria, la reina de los rosquetes
«Victoria, Victoria, tíranos rosquetes». Es el grito de guerra de los participantes de la romería de San Miguel, en Tuineje, cuando pasan por delante de esta vecina que desde hace 14 años reparte rosquetes artesanales asomada al balcón. Cada romería amasa 35 kilos de harina durante dos días, que son 4 sacos de rosquetes. Yo esto lo llevo en la sangre» da fe Victoria Matos Suárez con las manos embadurnadas en harina y el crepitar del horno de leña caldeándose de fondo. Esta vecina de Tuineje es famosa porque, desde 1997, cada 12 de octubre reparte kilos y kilos de rosquetes artesanales entre los romeros de San Miguel. Ayer participó en un amasijo en la Casa de la Simona, dentro del programa de actos de las fiestas juradas. Ante la casa de esta mujer se repite desde hace 14 años la misma escena al paso de la comitiva de carretas y grupos folclóricos: los romeros hacen un alto y gritan «Victoria, Victoria, tíranos rosquetes». Y ella ya está preparada en el balcón con una cesta llena y empieza a lanzarlos. Solo en los dos años anteriores, por motivos de salud, ha faltado a la cita. Este 12 de octubre espera no fallar al reparto. Dos días antes de la romería de San Miguel, Victoria (Tuineje, 1952) comienza el amasijo con 35 kilos de harina, de los que salen cuatro sacos llenos de rosquetes. La ayudan sus hijas Alicia, Cristina y Erika, aún así, y debido al método artesanal y a la producción ingente, logran apagar el horno de leña casi al paso de la comitiva de carrozas. Lo suyo es amor a la tradición de amasar pan y rosquetes que desde pequeña vio a sus padres Eustaquio Matos y Dolores Suárez y a sus tíos Cecilio y Dionisio para las fiestas de Tuineje y Giniginámar. «Vi hacer el amasijo en mi casa siempre con leche de cabra, pero yo uso leche de vaca de la que viene en tetra brick». Harina, cinco litros de leche, diez huevos batidos, tres limones rallados (»bien ralladitos que después no vayas a encontrar un trozo de limón en el rosquete»), levadura, un paquete de azúcar, canela molida y un puñito grande de matalauva son los ingredientes de su receta. «Y todo manual. Lo más duro es amasar con las manos porque tira mucho al cuello y la columna». Ah, y la leña para el horno, que ella recomienda caldear mejor con salados y aulagas porque quedan los rosquetes más sabrosos. «El truquillo está en la medida y el punto del amasijo, que hay que sobar bien la masa y darle con el puño porque si no esa masa no está bien amasada, no se suelta y ante todo la masa tiene que venirse. Si está suelta, el rosquete no pesa nada en la mano». Para los rosquetes, el horno debe estar a 100 grados. Para medir la temperatura, en eso sí que deja de lado la tradición, usa un termómetro.