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Vestigios en el Pueblo Canario

Lunes, 18 de enero 2016, 09:18

La primera piedra se colocó a las once de la mañana del 2 de abril de 1938, apenas dos meses después de la muerte de su creador, Néstor Martín-Fernández de la Torre. Hasta el día de su inauguración, el 18 de julio de 1956, pasaron 18 años, tres meses y 16 días. Sesenta años después, el Pueblo Canario sigue sin despertar el interés municipal.

La escasez de la posguerra y las discusiones sobre el uso de la ermita de Santa Catalina, que el artista pretendía convertir en sede del museo de sus pinturas, propiciaron el retraso en la terminación del complejo arquitectónico. Este domingo, las puertas del Pueblo Canario abrieron para mantener la costumbre del encuentro folclórico que todos los domingos se celebra desde hace casi 54 años, pero hoy, con dos cruceros en el Puerto, volverán a estar cerradas porque el museo Néstor es el único servicio operativo, y los lunes cumple con su día de descanso semanal.

«Desde su llegada a Las Palmas, en 1934, procedente de París (se quedaría ya definitivamente aquí), Néstor comenzó su campaña sobre el tipismo, exaltando a Gran Canaria, revalorizando continuamente la región. Concibe su ciudad, su isla, como un gran ventanal, un mirador, desde el que se pudiera ver esas concreciones que consideraba puntuales para el turismo, convencido de que esta actividad reportaría a Gran Canaria riqueza y bienestar». Manuel Ramos Almenara, en su obra El Pueblo Canario, un proyecto inacabado, del sueño a la realidad, editado en 2007 por el Centro de Iniciativas y Turismo de Gran Canaria, describe los pormenores de la construcción de un proyecto arquitectónico singular, en el privilegiado entorno de la ciudad creado alrededor del barrio de los ingleses, ahora convertido en Ciudad Jardín, al costado sur del hotel Santa Catalina.

El día de su estreno, en el recinto estaban instalados los negocios Flores Hesperia, el Salón de los Pájaros, el Bodegón, la tienda Fataga de artesanía, el taller de artesanía Lasso, y más tarde se habilitaron el Sindicato de Iniciativas y Turismo, la ermita, el Museo de Néstor y la gran plaza. La recuperación de la ermita puede considerarse una obra aún inacabada, si se tiene en cuenta que en 1995 el pleno municipal acordó su conversión en museo de la obra de Juan Arencibia, acuerdo que nunca llegó a ejecutarse. El Ayuntamiento optó por destinarla a su actual función como sede de las bodas civiles, a pesar de los graves daños que sufren los murales que decoran sus paredes por la humedad que nadie repara desde 1996.

La declaración de Bien de Interés Cultural formulada en octubre de 2014 por el Gobierno canario sobre el conjunto del Pueblo Canario tampoco tuvo efecto protector alguno. Las humedades siguen deteriorando pinturas, paredes y techos, mientras los locales cerrados acumulan los vestigios de su propia historia.

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