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Tres presos en nuestra clase

Tres presos en nuestra clase

«Estudien», «no se metan en peleas», «olvídense de los trapicheos». Si la experiencia es la madre de la ciencia, Yeray, Nereida y Ulises son las personas más indicadas para dar estos consejos a la gente joven. Porque ellos, que no los siguieron en su día, acabaron en prisión. Y allí, entre rejas, han aprendido «el valor de la vida».

Lunes, 20 de julio 2020, 07:31

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Se le nota nervioso. Cómo explicará después, no está acostumbrado a que le escuchen con tanta atención. Tiene una voz dulce que suena a verdad. Y cara de no haber roto un plato. Pero no es así. Yeray rompió uno en su vida. Salió de fiesta y se metió en una pelea. Y «por pensar que eres más hombre que el otro», acabó golpeando a alguien que murió al caer al suelo. Con 19 años le condenaron a pasar los siguientes 14 en la cárcel. Ayer, a sus 26, salía a la calle por tercera vez. Y lo hacía para contar esta historia a los alumnos de Bachillerato del colegio Claret. Y para aconsejarles que «no se metan en trapicheos», que «eviten cualquier refriega». Porque, por un error puntual, te puedes perder la infancia de tu hija, como le ha pasado a él. La pequeña tiene ahora 9 años y cree que su padre está trabajando. Pero no entiende porqué nunca libra.

Yeray es el panadero del Salto del Negro y encuentra en su familia la fuerza para seguir luchando. Igual que Nereida. Tiene 34 años y ha pasado 16 en prisión. «Toda mi juventud, es muy triste decirlo». Se enganchó a la heroína con 13 años, y en su primera condena por varios robos con violencia, a los 17, no se rehabilitó «porque no quise», confiesa. «En la cárcel no hay droga todos los días, pero hay». En el intervalo de dos años que pasó en libertad tuvo una hija, y por ella, al volver, se ha desenganchado. «Nunca se refugien en la droga, solo aumenta los problemas», les dice a los chicos. Al intentar evitar que ellos cometan errores, quiere, de algún modo, pagar por los suyos. «Compensar el daño que he causado». Mensaje. Ulises, por su parte, era guardia jurado, pero «tonteaba con drogas desde los 16». A los 29, estaba de fiesta en el Sur y un amigo decidió atracar a un taxista para poder comprar más coca. Su hermano, que salió con ellos, ya no estaba en ese momento pero también acabó en prisión, y Ulises dice que paga doble condena por ello. «La vida en la cárcel es muy chunga, cuando sus padres les digan que estudien, hagan caso» les pide. O casi les ruega.

«No tengan la idea de que esto no va con ustedes» les advierte Gabriel, un abogado que colabora con esta iniciativa tan bien bautizada La conducta y sus consecuencias. En la cárcel, les cuenta, «hay gente de todo tipo, cualquiera puede acabar ahí». Se refiere a conducir con copas. A vender unas cuantas pastillas para financiarse la fiesta. A meterse en una pelea.

Y parece que el mensaje cala. Los alumnos quieren saber y se pelean por el turno de preguntas. «Es verdad que no es algo ajeno, es muy importante con quien te juntas», reflexiona después de la charla Alejandro González.

La historia de Yeray, confiesan, es la que más les ha impactado. «Desde luego, nos lo pensaremos antes de meternos en una pelea», sentencia Darío Nobrega. Y si de verdad es así, el esfuerzo de Yeray y sus compañeros, el de exponer su verdad más cruda ante los desconocidos, habrá merecido la pena.

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