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Antonia González llegó apurada al cementerio de San Juan, en Telde. La había avisado una vecina hacía unos minutos. «Me dijo que iban a sacar a mi hijo y vine como un tiro». Llegó desde Las Goteras, en Santa Brígida. Su vecina se enteró por uno de los avisos de desahucio que el Ayuntamiento ha puesto en las lápidas.
De la desorientación inicial pasó a la indignación. «¿Pero cómo me avisan así?», se quejaba. «Ellos tienen mis datos, ¿por qué no me mandaron una carta?». Lo cierto es que quien le alertó fue una vecina suya. «Mi hijo pasaba mucho tiempo en su casa, por eso cada vez que viene, le da una vuelta y vio el aviso». Antonia estaba preparándole la comida a sus padres y en cuanto recibió la llamada de su vecina, se vino con lo puesto con su hija Mónica a ver qué pasaba. «Me llevé un sofocón, yo no veía la hora de llegar».
Antonia, por suerte, tiene dinero para pagar la renovación del alquiler del nicho. «Mañana mismo (por hoy) vengo y lo pago», apostilló. Lo tenía vencido apenas un mes. El problema es que no todo el mundo dispone de los 236 euros que cuesta la tasa para mantener el nicho otros cinco años y los dos cementerios de Telde se han llenado de pegatinas con sello del Ayuntamiento en los que se da el aviso a los familiares. O pagan o el cuerpo irá al osario. La crisis hace estragos y cada vez son más las familias que no la abonan.
Texto íntegro en la edición impresa. También puede adquirir el ejemplar en PDF a través de esta web.
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