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Santo Padre, evite este atropello

Santo Padre, evite este atropello

La situación que viven una pareja de ancianos y un enfermo, inquilinos de dos viviendas que la iglesia vendió a una empresa, y en breve serán desahuciados, ha motivado que el expresidente de la Asociación de Vecinos de Argana, Andrés Medina, haya escrito al Papa.

Jueves, 1 de enero 1970

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El caso del matrimonio de ancianos formado por Sinforiano Lemes, de 90 años, y de su mujer Pilar Callero, de 87, y el de otro vecino enfermo, de 56 años, que habitan dos viviendas en la calle Palacio Valdés, del barrio de Argana, ha propiciado que el expresidente de la Asociación de Vecinos de este vecindario, Andrés Medina, escriba una carta al Papa Francisco, pidiendo su mediación con urgencia.

El asunto es bastante lacerante, y así se lo hace saber Andrés Medina al santo padre en el Vaticano, ya que en el caso de Sinforiano y Pilar, que llevan más de 50 años habitando estas casas, que las arreglaron y cuidaron durante todo este tiempo (después de que la Iglesia se las cediera en los años 50) el próximo mes de mayo serán desahuciados, sin tener a dónde ir.

Lo mismo le sucede a Luis Manuel Torres Guillén, de 56 años y enfermo, que lleva viviendo en esta casa desde que tenía 4 años. En su caso, el Juzgado ha fijado el desahucio para finales de la próxima semana.

A ellos como a otras dos familias que ya desalojaron, la iglesia les cedió estas casas, hasta que en el año 2006 la Diócesis de Canarias y la Vicaría General de Canarias procedieron a la venta del suelo, por un valor de 360.000 euros, a una conocida empresa de automoción, al parecer, tal y como relata Andrés Medina en su misiva, sin aviso a los habitantes de las viviendas.

También se da cuenta al santo padre de la supuesta falta de sensibilidad que con estas familias han mostrado los sucesivos párrocos que han ido pasando estos últimos años por la iglesia de San Ginés, se dice en la carta, y los responsables de la Diócesis de Canarias, «los cuales no han tenido ni si quiera el gesto de comunicarles a las familias que sus casas iban a ser vendidas y ellos desalojados, ni tampoco habérseles dado la posibilidad de que fueran ellos quienes las compraran», expone la misiva.

Del mismo modo, se recuerda cómo ha sido el proceso, cómo las casas no le costaron una sola de las antiguas pesetas a la iglesia, pues fueron construidas por los feligreses y vecinos de Arrecife, que colaboraron con su esfuerzo y por las familias que desde un principio las habitaron.

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