¿Quién dijo miedo?
El miedo es libre, decían los más aguerridos a los menos durante las ya lejanas manifestaciones que sacudían toda la geografía española en los estertores del franquismo en las que se clamaba por la libertad, la amnistía y los estatutos de autonomía.
El miedo es consustancial al ser humano. Dícese, incluso, que es un mecanismo de defensa que ayuda a la supervivencia. El miedo es, también, hábilmente aventado por los poderes, porque el miedo paraliza y a éstos las mayorías paralizadas les convienen.
En los últimos tiempos el miedo está aún más presente en nuestro devenir diario. Cosas de la crisis. Miedo a perder el empleo, miedo a quedar sin prestación alguna, miedo a agotar los pocos ahorros si es que los hay, miedo a una vejez sin pensión, miedo a la precarización, miedo a quedar sin asistencia sanitaria, miedo a caer en la indigencia. Miedo por todas partes.
Ahora, por lo que oímos, además hay miedo a la democracia, a la democracia directa, también a la participativa. Viene esto a cuenta de la decisión del Gobierno de Canarias de realizar una consulta popular sobre las prospecciones petrolíferas que se quieren realizar en aguas cercanas a las Islas. Así pues, sumemos nuevos miedos en estos tiempos de franca crisis de representatividad.
Resulta llamativo cómo se desatan los miedos en algunos cenáculos patrios a poco que alguien se atreva a plantear el derecho a decidir. Y quede claro que identificarse con ese derecho dista mucho de equivaler a un voto independentista, vistas las insinuaciones de algunos que aventan más miedos con el espantajo de peligros separatistas. Qué no se olvide, hablamos de prospecciones petrolíferas.
Y cuando dicen que es asunto que afecta a todo el Estado y en consecuencia hay que poner en cuarentena la consulta circunscrita a los canarios, aunque de haber consecuencias negativas sólo las sufrirían los isleños, tampoco hay que olvidar cuan malas experiencias hemos tenido en asuntos parecidos. Sería bueno recordar aquella nefasta descolonización del Sáhara que sólo Canarias padeció en sus carnes. Los barracones en Pedro Hidalgo, que acogieron a muchísimos expatriados, fue una imagen que pervivió hasta hace bien poco como ejemplo de aquel despropósito. Por no hablar del procurador canario en las Cortes franquistas que se atrevió a demandar una pizca de solidaridad para con Canarias y fue mandado a callar con el argumento de que era un deber para con la nación asumir aquel sacrificio.
Eso sí, igual que digo lo anterior, y como quiera que, porque razones nos han dado y muchas para desconfiar, «el lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas, y el asesinato respetable, y dar apariencia de solidez al puro viento», como dijera George Orwell, también afirmó que los promotores de la consulta están obligados a demostrar que lo que les guía no son criterios puramente electoralistas, sino una sana voluntad de escuchar y definir el futuro económico de esta tierra. Que encomienden su palabra y que, esta vez, valga.
