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«¿Qué será de mi padre?»

«¿Qué será de mi padre?»

Jueves, 1 de enero 1970

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Rafael Gómez, de 64 años, tiene una enfermedad similar a la demencia senil, ha sido operado de una hernia varias veces y sufre del pulmón. Lleva ocho años en la Residencia Timanfaya, antiguo Jesús Abandonado, porque su hijo Carlos no puede atenderlo. Con el anuncio del cierre del centro por falta de ayudas, ahora no se sabe dónde irá.

Carlos Gómez está «indignado» y se le nota. También está enfadado, porque le duele en el alma esperar por las instituciones públicas para saber cuál será el futuro de su padre, Rafael. En su casa no puede atenderlo. Tiene a su madre enferma y a un hermano esquizofrénico, y por eso su padre lleva ocho años viviendo en la Residencia Timanfaya, antiguo Jesús Abandonado.

Hace unos días se enteró que la Fundación Sauce, responsable de la gestión de la residencia, va a cerrar sus puertas porque sin las ayudas públicas que no reciben desde hace tiempo, no puede hacer frente al cuidado de los más de 40 mayores que residen en las instalaciones.

Además, su padre Rafael no ha sido uno de los 24 ancianos que han sido trasladados hasta la Obra Social de Acogida y Desarrollo de Vegueta. «Estoy muy quemado. He ido a todas las instituciones para encontrar una solución a mi padre y nadie me dice nada. Me pregunto qué será de él ahora. Estoy esperando que me digan dónde va a ir mi padre», cuenta con amargura.

Carlos lleva mucho tiempo intentando que Rafael pueda acceder a una residencia de mayores en la isla, pero dice que los puntos «no le llegan» y asegura que está «cansado» de los políticos que están al frente de las instituciones. «Se han pasado semanas discutiendo, con la pelota de un lado a otro, sin importarles la que está cayendo y que la gente en la calle lo está pasando muy mal. No hay solidaridad en la política, sólo mucho pastel y unos buitres carroñeros».

A pesar de que su padre lleva ocho años en Jesús Abandonado, Carlos es consciente del mal estado de las instalaciones desde hace mucho tiempo, y, al igual que los responsables de la Fundación Sauce, lo achaca a la imposibilidad de conseguir dinero. «El edificio está podrido y en muchos rincones huele mal. Falta mucho mantenimiento, pero no hay ayudas del exterior y no se puede arreglar».

Para él, los trabajadores de la residencia se han convertido en los verdaderos «ángeles de la guarda» de su padre Rafael. «Ellos están aguantando por caridad, son las únicas personas que han tenido corazón en todo esto».

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