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Posverdad y deporte

"Un niño jamás puede perder su derecho a la infancia por muy bueno que sea en el deporte, ya que nadie puede garantizarle la luna y las estrellas; en los niños hay talentos que merecen ser respetados (....) El ser feliz en el deporte va más allá del triunfo".

Miguelo Betancor

Jueves, 1 de enero 1970

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El término posverdad es un neologismo que describe la situación en la cual, a la hora de crear y modelar la opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. La idea de que algo que aparente ser verdad sea más importante que la propia verdad. Y así los rumores falsos se convierten en temas de noticias importantes y la posverdad puede ser una mentira asumida como verdad e incluso una mentira asumida como mentira, pero reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad. En la actualidad la posverdad del deporte prevalece sobre la inteligencia del mismo. No advertimos que un deporte inteligente facilita la formación de la persona. Las grandes contradicciones del siglo XXI muestran la cara oculta del deporte, donde la lógica y el sentido común dejan paso a las emociones brutales carentes de todo equilibrio. Lo que queremos evidenciar es que es tan malo el silencio aceptado como las mentiras sin sentido que llevan al deporte a un entusiasmo colectivo donde parece que vale todo. Como sugieren Ángel y María Cappa en su libro También nos roban el fútbol las campañas de marketing que se basan en las emociones son más eficientes que las que se basan en la razón, correlacionándolo con el mundo del fútbol, donde la emoción es la vía de enlace para hacer del aficionado el mejor de los clientes en cualquier tipo de productos deportivos. No se puede perder la esencia del fútbol en pro de la utilización de las emociones que genera. El deporte es un lenguaje universal que antiguamente agrupaba a unos pocos pero que hoy se ha abierto a toda la sociedad. Ha supuesto un hilo conductor de valores, de superación personal, de igualdad, de fraternidad, de instrumentación política de la que se han servido muchos para hablar de un homo deportivus. Por otra parte habría que entender y valorar que es más importante la ludificación de la vida que la simple deportivización; hay que recuperar el sentido lúdico ya que caminar, correr, jugar, saltar, nos ayuda a desarrollar un pensamiento creativo y libre, nos hace ser más competentes que competitivos, nos ayuda a evadirnos de contextos que causan estrés, nos facilita una vida activa y saludable, amplia nuestras relaciones sociales, incluso nos desintoxica de adicciones muy actuales como el abuso del alcohol, el famoso botellón (de noche aparecen las bolsas de los supermercados más que en las horas del día), la adicción a las redes sociales, etc. En cambio, los sentimientos que envuelven al deporte han llegado, por el contrario, a desvirtuarlo. Ahí están la violencia en el deporte, con muertes y agresiones, y las amoralidades, como los casos de football leaks (prácticas de evasión fiscal) en el mundo de la élite que afectan a jugadores, entrenadores, agentes, etc.; o las sanciones de la FIFA contra el mercado de menores en el fútbol. Esta doble moral con los casos de corrupción en el deporte les hacen parecer aceptables mientras que en otros ámbitos de la vida resultan vergonzosos y reprobables. Parece asumido que las emociones deportivas están por encima de la razón y el sentido común y además, por encima de la ley. Del mismo modo ha surgido una nueva dimensión de la actividad física, la personal, no vinculada al deporte como expresión competitiva de un modus vivendi. Así, el cuerpo hoy en día se valora de forma diferente. La finalidad no está en llegar a la meta o en conseguir una nueva marca. Hay una mayor individualidad. El deporte, o mejor dicho la actividad física, ya no se estructura bajo el paraguas único del modelo federativo. No se trata simplemente de organizar grandes eventos; un joven o mayor puede coger una tabla e irse a la playa, o coger unas zapatillas y correr por la montaña. No todo es competición. Y en este sentido, las instituciones deben favorecer dicha individualidad que ve en la práctica del deporte y en la actividad física, un recurso más de sus vidas y no dejarse llevar por las emociones tradicionales. Lo importante no es llenar estadios sino que una ciudad se llene de la salud que proporciona la actividad, favoreciendo su transversalidad (educación, salud, innovación, turismo, inclusión social, movilidad, etc.). Ahí están los nuevos deportes que no son de masas pero sí de mucha utilidad social, donde se valora más las sensaciones que la competición; deportes al aire libre o variantes de los deportes tradicionales. En un mundo tan acelerado como el actual en el que todo tiene que conseguirse en el menor tiempo posible, las prisas provocan en todos los niveles desajustes en la configuración de los hechos. En ese juego entre la verdad y la mentira, podemos encontrar diversas situaciones. A muchos no les importa un cuerpo cibernético para conseguir el objetivo perseguido aunque degrademos nuestra propia salud y naturaleza. Enfermedades mentales como la anorexia o la vigorexia parten de la visión subjetiva que a través del cristal deforma los cuerpos, tal y como experimentamos ante los espejos cóncavos en las ferias, creando verdaderos esperpentos valleinclanescos que para el que los padece resultan una verdad incuestionable, cuando en realidad son producto de una mente atrofiada que no acepta su cuerpo pese haber alcanzado cotas alarmantes de delgadez o musculación respectivamente. Mientras hablamos de la necesidad de una sociedad más saludable, leemos en la prensa que la salud en Canarias tropieza con preocupantes indicadores de obesidad y el sobrepeso infantil. Como dice Guy Claxton: «Descuidamos nuestro cuerpo porque subestimamos su inteligencia». De hecho, no somos conscientes de lo que significa un cuerpo sano, basando a menudo nuestro criterio en mediocres valores estéticos. Nos llevamos más por las emociones de los cuerpos que por el equilibrio de los mismos a nivel físico. Y así un cuerpo dopado puede dar la sensación de que se encuentra en plenitud cuando realmente adolece de las dosis de salud que harán que con el tiempo se corrompa inexorablemente. La inmediatez por conseguirlo todo puede ser contraproducente. El cuidado físico-deportivo del cuerpo está en auge, algo patente dada la multitud de gimnasios y centros de acondicionamiento que proliferan por las ciudades, o espacios públicos (playas, parques, etc.). Pero ¿se ha tenido en cuenta el intrusismo y el entorno profesional alrededor de las nuevas prácticas deportivas? ¿O quizás pensamos que el deporte y la actividad física puede ser monitorizada por cualquiera, realizarse en cualquier sitio, a cualquier edad o de cualquier forma? Si un Pacto por la Educación acapara las páginas de los medios de comunicación, es percibido como algo necesario e imprescindible, pero no menos lo es, en Canarias, un Pacto por el Deporte y abordar seriamente el tener una Ley del Deporte en Canarias que diagnostique la realidad y establezca nuestras necesidades y realidad, más allá del simple tratamiento jurídico, que profundice en aspectos que van desde la financiación pública en el deporte, a la clara distribución de unas competencias definidas en los distintos niveles de la administración pública y en el ámbito privado, pasando por la regulación hasta de las nuevas y diferentes profesiones que surgen con el deporte, la visión transversal, como su inclusión en el ámbito educativo, su revisión curricular, o, por ejemplo, replanteando los premios canarios del deporte, donde el medallero o el éxito deportivo parece lo más trascendente. ¿Por qué no dar un premio al barrio más saludable o al pueblo o a la ciudad que fomente una vida saludable a través del ejercicio físico-deportivo? Lo que necesitamos no son grandilocuentes proyectos legislativos que nunca se cumplen sino una pura ingeniería legislativa de ideas que luego se transformen en proyectos de gestión pública destinados a articular nuestra idiosincrasia canaria en todos los ámbitos. Ni se cambia la Sociedad por decreto, ni se cambiará el deporte únicamente porque se apruebe una nueva Ley. Otro de los aspectos preocupantes es el de las futuras estrellas deportivas, los jóvenes. Estos jóvenes deportistas se ilusionan con la victoria; se les promete un universo de estrellas, pero al final muchos se quedan en el camino. Un niño jamás puede perder su derecho a la infancia por muy bueno que sea en el deporte, ya que nadie puede garantizarle la luna y las estrellas; en los niños hay talentos que merecen ser respetados. Muchas son las estrellas del firmamento, unas con mayor o menor luminosidad pero todas siguen siendo estrellas. Jamás hay que separar el gesto técnico del humano y dejar de considerar que la victoria es algo fugaz y puntual. El ser feliz en el deporte va más allá del triunfo. Las mentiras han provocado muchas frustraciones, con problemas de autoestima, y algunos, no tan niños, empiezan a sentir que no todo es ser el primero; se podrá dominar un balón o correr muy rápido, pero si esto no se vincula a la vida del niño, o de la niña, nada tendrá sentido. Como muy bien ha señalado el delantero del Atlético de Madrid Fernando Torres: «echo mucho de menos cuando el fútbol sólo era diversión», en referencia al documental The Others Kids. Suele hablarse de alfabetización cuando la gente aprende a leer y escribir pero paradójicamente hoy nos encontramos con un analfabetismo funcional, es decir, gente que sabe leer y escribir pero que no entiende lo que lee o escribe. De igual manera sucede en el deporte. Por lo que desde aquí abogamos por una alfabetización deportiva. Como señala Arturo Pérez Reverte: «la ignorancia es uno de los elementos más corrosivos de la vida». Pero lo que más me preocupa es la irresponsabilidad de aquellos que tienen el poder de corregirla o enmendarla (entrenadores, gestores públicos y privados, educadores, etc.). Un deporte es verdadero o falso, más creíble o no, dependiendo del contexto en el que se produce. Como señala el refranero español, no todo el monte es orégano y ante los récords que nos abruman diariamente es preciso reflexionar sobre su pertinencia o no en la sociedad en la que nos movemos. Construyamos una sociedad mejor siguiendo las bases del sentido común, hagamos las cosas del mejor modo posible, pero evitemos caer en la posverdad del deporte. El deporte no solo es pasión, emoción, evasión, también es razón y sentido común. Si el deporte no nos hace mejores, carece de sentido.

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