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Algunos de los más bonitos y emblemáticos palmerales de Gran Canaria reverdecen la caldera de Tirajana. Dan lugar a fotos de postal que los turistas pasean por media Europa. Pero lo que no dejan ver las coronas de este símbolo botánico es la alfombra de palmas secas sobre las que se asientan, pólvora en pleno verano.
Burro viejo no aprende idioma. La sabiduría popular sirve muy bien para ejemplificar la piedra en la que siguen tropezando las instituciones canarias en sus políticas de prevención de incendios. No hay dotación de efectivos que valga, por numerosa que sea, que mitigue los riesgos de fuego que depara el abandono secular de sus paisajes. Y el que hoy sufren los impresionantes palmerales de la zona alta de Santa Lucía de Tirajana clama al cielo. No hay uno que se salve. Están alfombrados, con varias capas, de hojas de palma seca, fruto de un abandono de años. Una simple mecha y estalla una bomba natural con consecuencias impredecibles para la Isla.
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