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Ortega traslada al lienzo el imaginario publicitario

Ortega traslada al lienzo el imaginario publicitario

Lunes, 20 de julio 2020, 06:58

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La pintura de Jorge Ortega es pura contradicción. No en vano su objetivo es dejar perplejo al espectador que se enfrenta a modelos de pasarela, parejas de sonrisa perfecta o jóvenes sensuales que sirven de gancho publicitario. Sin embargo, sus iconos, tamizados por profusos recursos pictóricos, se alejan del consumo visual rápido al que estamos acostumbrados. Los abundantes estímulos visuales de la publicidad se reflejan en las obras que Jorge Ortega (1968) exhibe en Pintar sin texto, una propuesta que se puede ver en el Cicca de la capital grancanaria hasta el 2 de abril.

Hombres guapos, mujeres atractivas, jóvenes en poses provocativas y familias perfectas conforman el imaginario de la sociedad de consumo y del creador canario. Ortega, evita posicionarse políticamente frente a esta realidad, camufla estos iconos cotidianos valiéndose del color, la mancha y las texturas del lenguaje pictórico. De ese modo, el artista consigue que el espectador se pare a observar imágenes que, normalmente, pasan fugazmente por su mente y, al tiempo, se percate de la fuerza de la propia pintura. «Mis cuadros enfrentan la inmediatez de esas imágenes y la contemplación pausada. Provocan un retardo de la mirada. Un disfrute estético propio de otra época», explica Ortega.

A través de sus intensos óleos expresionistas y coloridos, el creador incita al espectador a descartar una interpretación textual de su obra y lo obliga a enfrentarse a la materialidad del cuadro. «En realidad, busco rescatar el lenguaje pictórico», comenta el artista que entiende que el arte actual sobreexplota el discurso y el texto como justificación de la obra. En su opinión, ese abuso conceptual limita la capacidad creativa. «Hoy en día es difícil ver una obra de peso sin que tenga detrás un discurso», sostiene Ortega. De ahí que su exposición se titule Pintar sin texto.

«Este discurso propio del artista es un problema para el espectador, le incapacita para contemplar la obra sin conocer el texto previamente», afirma el autor que confiesa su «enfrentamiento militante» ante un contexto cultural que «pretende diferenciar entre inteligentes y tontos. De hecho añade, lo más importante para el actual mercado del arte es que el espectador se sienta inteligente por su capacidad de reconocer el discurso del artista, igual que si fuera un chiste». MERCADO. Ortega no vive del arte. «Tampoco lo pretendo. En ese mercado, el comprador busca la legitimación social a través de obras que tengan un discurso reconocible y repetitivo», opina este pintor cuya paleta está poblada de fucsias y verdes.

Esos colores predominan en los 50 cuadros expuestos en las salas de la Alameda de Colón y en los que, según cuenta, no hay que buscar ningún significado. Contradictorio hasta el extremo, Ortega dice renunciar al discurso, aunque define el imaginario publicitario como la mitología del hombre actual. «Lo que ves es lo que hay», se dice en el catálogo.

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