El siempre lúcido y genial El Roto decía en una de sus viñetas: «Cuanto más miro a los números, más se difumina la gente». Aunque cueste digerirlo, esa es la cruda pero certera fotografía del tiempo presente.
El pasado domingo Gaumet Florido recordaba en este periódico la angustia en la que viven unas gentes, los vecinos de Ojos de Garza, por mor de unas decisiones, condicionadas por unos números, que marcan sus futuros, o lo que es peor, les niegan el futuro.
Un día después, Margarita Alonso, portavoz de la plataforma de afectados por la ampliación del aeropuerto de Gran Canaria, alzaba la voz, por enésima vez, para dar cuenta de una nueva «tomadura de pelo» de Aena con los nada más y nada menos que 5.000 vecinos que allí habitan, a los que desde hace 14 años se les viene torturando con la incertidumbre de cuál será el lugar en el que mañana les tocará vivir, porque el de hoy se les va a expropiar, sin decirles cuándo.
La decisión, los que sólo miran los números, la tienen tomada. Los vecinos tendrán que sacrificarse por el «interés general» y los planes de ampliación aeroportuaria. Los residentes asumen el sacrificio, pero hete aquí que este se dilata y se dilata en el tiempo y nada se concreta. Y lo que ayer era inminente, ahora, como quiera que las previsiones de movimiento de aviones no se han cumplido o los dineros que pensaban recaudarse no han llegado, números y más números, aguanten sin fecha, vivan en un permanente «ya veremos» y no diseñen planes de futuro, porque esta su casa de hoy, puede no serlo mañana, o sí. Dependerá de los números. Estas tenemos cuando el cumplimiento del déficit se antepone a las personas y refleja bien a las claras cuanto de cruel está resultando este sistema.
Esta semana hemos sabido también que en tan solo dos años la sanidad y la educación públicas han perdido 52.500 empleos y que las listas de espera alcanzan máximos históricos en operaciones y en consultas. Y eso que Mariano Rajoy había dicho que la Sanidad y la Educación, «ni tocarlas». Pero, ya ven, se pusieron a mirar los números y se les fue difuminando la gente. Y en esas estamos.
Sin embargo, ahora toca hablar de regeneración, de abrir, según Rajoy, «una agenda de calidad democrática», de proponer que gobierne la lista más votada, porque hechas las cuentas, ante la cercanía de las elecciones, de ser así se garantizarán un buen puñado de ciudades, que igual se pierden por mor de la contestación que crece y que podría forzar algunos acuerdos entre los muchos desencantados, hasta ahora siempre dispersos.
Poco importa que de esa manera se cercene cualquier democrática cultura de pacto; y, por supuesto, menos importa, que se posibilite el gobierno a alguien con una menguada mayoría. Han hecho números y les salen las cuentas. De lo que se trata es de perpetuarse en el poder. Y a eso hay quien desde el poder lo llama regeneración.
¿Y la gente? Difuminándose, en la angustia, en la incertidumbre, en el desespero. En Ojos de Garza, en las colas del desempleo, en las listas de espera, en los comedores escolares de auxilio, en las ventanillas de la dependencia...