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Negrura española

«El silencio, ese que ha servido para enterrar la parte más negra de la historia española, lo envuelve todo y acentúa la tensión en un ambiente rural y realista»

Jueves, 2 de octubre 2014, 10:32

Los que hayan disfrutado con True Detective tienen una cita en los cines para constatar que la cinta española La isla mínima no tiene nada que envidiar a la intensa serie de la HBO.

Alberto Rodríguez, que ya demostró buenas mañas en Grupo7, firma una película negra, entretenida y redonda, con una tensión sostenida que llega a provocar cierta ansiedad.

Son muchos los paralelismos con la serie estadounidense. En 1980, dos policías de caracteres antagónicos (Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez) son enviados a un pueblo remoto de las marismas del Guadalquivir para resolver la desaparición de dos chicas. Los investigadores descubren que no son las primeras ni las últimas jóvenes que desaparecerán en un pueblo tan asfixiante que las invita a huir.

Pero las diferencias con la serie son abismales. De hecho, el realizador confiesa no haberla visto. Para empezar, el paisaje anegado y la vida rural, soberbiamente retratados por el director de fotografía Álex Catalán, se convierten en un protagonista más. Y, por otro lado, la negrura de la película no solo la proporcionan las muchachas desaparecidas, sino que, a través del realismo, se nos presenta la oscura España que se vistió de repente de democracia para ocultar con un traje de silencio su brutal naturaleza maniqueísta.

Por eso, en La isla mínima, los diálogos escasean y los personajes no acaban de perfilarse. El silencio, ese que ha servido para enterrar en el olvido la parte más trágica de la historia de España, lo envuelve todo y acentúa la tensión.

Son muchas las dudas que plantea la película. Incluso si, en realidad, este país se mantiene cubierto con unas ropas prestadas de modernidad y democracia. Porque, al fin y al cabo, los poderosos siguen saliendo impunes y las mujeres continúan llevándose la peor parte, como lo demuestra que aún se nos aconseje que no debemos pasear solas por las noches o llevar una falda demasiado corta para no incitar al delito sexual, o que una chica culpe a varios jóvenes por violación para no ser señalada socialmente por haber gozado en una orgía.

El miedo y la tensión, administrados en eficaces escenas de acción, nos acompañan mucho tiempo al salir de la sala. Por eso, La isla mínima rebasa las fronteras de un thriller.

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