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Muerte bajo el mar

Jueves, 1 de enero 1970

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Fallecieron dos chicos, unos jóvenes de 22 y 26 años de edad que encontraron en el buceo profesional una salida laboral inmejorable en tiempos de crisis. Para ello estudiaron, se sacaron la licencia y... al agua.

Esta historia relata un hecho que se viene repitiendo a diario en muchísimos campos del universo laboral. Profesionales jóvenes, con muchas ganas que se topan con condiciones de trabajo que, quizás, no son las idóneas. Pero esta circustancia se multiplica en sentido negativo y adquiere una mayor relevancia cuando la actividad laboral se desarrolla a 25 metros de profundidad en un medio hostil, el océano, donde no hay aire para respirar y cualquier accidente puede ser dramático.

Con esto no quiero decir que los fallecidos en las jaulas para la acuicultura hayan perdido la vida por culpa de su empresa o los equipos que utilizaron. Ni mucho menos. Esa es una cuestión que está en fase de investigación y será la policía la que determine las mismas y, en su caso, la Justicia la que imponga las sanciones correspondientes.

Lo que sí es evidente es que este tipo de accidentes en el buceo canario debe de servir, tanto a nivel profesional como deportivo, para que las administraciones se preocupen y ocupen en que se cumplan las normas a rajatabla. Que se realicen controles exhaustivos a los centros de buceo, a las empresas profesionales que se dedican a este sector y a los submarinistas deportivos que se tiran al agua para disfrutar de las joyas que guardan nuestras Islas bajo el mar.

El submarinismo es una práctica deportiva segura, pero como en todas las actividades, se tiene que llevar a cabo bajo unas condiciones que no entrañen ningún tipo de riesgo y para ello, lo fundamental es hacerlo al lado de profesionales y con equipos que cumplan con la normativa.

Por desgracia, en todos los colectivos hay garbanzos negros y a pesar de los peligros que entrañan los deportes de riesgo, en el submarinismo se siguen dando casos de personas que imparten cursos en sus propias casas y sin permisos, buceadores que hacen bautizos sin pertenecer a un centro y sin asegurar a los alumnos, etcétera...

Por desgracia, se tienen que dar noticias trágicas como la de Aconay Barreto y Kilian Sosa para que muchos se pongan las pilas, dejen de hacer locuras en el mar y esperemos también que las empresas no sigan usando la crisis como excusa para exprimir a sus trabajadores.

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