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Metamorfosis en el campo majorero

Metamorfosis en el campo majorero

Fuerteventura se ha convertido, gracias al agua que cayó del cielo para bendecir el campo, en un oasis de verdor que, pese a que se repite cíclicamente, sigue sorprendiendo a los majoreros. La tierra habitualmente yerma manifiesta ahora tonalidades verdes sobre las que en pocas semanas se verán flores de amapolas y pajitos.

Jueves, 1 de enero 1970

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Ha pasado poco más de un mes desde las últimas y abundantes lluvias y la isla de los majoreros casi parece otra. O más bien aquella que, antiguamente, según se enorgullecen siempre al recordar los mayores en sus cuentos, fuera mejor conocida como la Herbania, y no ya por el color, sino, sobre todo, por haber sido durante largo tiempo el granero de las Afortunadas.

El milagro se ha vuelto a repetir. Hoy el campo majorero recuerda de nuevo a nativos y foráneos que, en otros tiempos, fue próspero y fértil y que la de Fuerteventura es una tierra agradecida, ya que, incluso en las zonas de la isla donde apenas cayeron unas cuantas gotas, rezuma a ras de suelo un ligero manto verde que embellece todo y, aunque no sea por mucho tiempo, convierte a la Maxorata en oasis verde que deleita a la vista.

Las precipitaciones cayeron sobre todo en los municipios del centro de la isla y, por tanto, es sobre estos terruños donde la alfombra verde se observa más frondosa. Los pueblos de Puerto del Rosario, la llanura de Antigua y el barranco de Betancuria son más hermosos si cabe por estas fechas en las que muchas familias aprovechan los domingos para visitar y recorrer a pie una isla que renace. Además, en pocas semanas, se verán amapolas, pajitos y otras flores silvestres.

Pero sin duda son los agricultores, tanto los profesionales como los que simplemente disfrutan cultivando algo para el autoconsumo en sus pequeños huertos, los que están de enhorabuena. Muchas gavias ya están plantadas de papas y todo apunta a que será un año de buena cosecha. También para cultivar cebollas y cebollinos, calabazas, calabacines y, cómo no, chícharos.

Y cuando todo vuelva a estar seco, aún quedará agua en pozos y tanques para el riego. En mayo llegarán las brevas, en agosto higos, tunos y uvas y, ya en septiembre, quizás algunas granadas. Y entonces vuelta de nuevo a mirar al cielo con la esperanza de que no sean muchos los años hasta que vuelva a caer agüita.

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