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Mariano de León: "Yo escapé plantando tomateros"

Mariano de León: "Yo escapé plantando tomateros"

Si quiere comer tomates, Mariano de León tiene ahora que ir a comprarlos al supermercado. El último agricultor de tomate de exportación del municipio de Antigua ha dejado de plantar y ha olvidado el riego diario de las matas y los vaivenes del precio en los siempre caprichosos mercados europeos.

Jueves, 1 de enero 1970

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Antigua ha desaparecido esta zafra del mapa de la exportación del tomate con la jubilación de Mariano de León Rodríguez, a la que se dedicó durante los últimos 20 años en su finca del Cercado del Cura, en Las Pocetas.

Mariano (La Corte, 1948) apostó por el tomate de exportación cuando tenía 45 años. «Yo había cogido tomates con mi padre hasta los 16 años, pero luego lo dejé y me puse a trabajar por fuera hasta que regresé ya casado a la misma finca de mi familia». Una parte del Cercado del Cura la heredó y la otra la compró, con lo que el primer decenio se lo pasó pagando préstamos: el del terreno y el de los tres invernaderos que fue montando con los años. «Sí, efectivamente viví 20 años de los tomateros, pero los diez primeros los pasé mal por tener que pagar al banco. Al principio no había ayudas, sí durante los últimos años, cuando ya salí del paso y recibí algo del Gobierno de Canarias y Cabildo Insular».

De 6.000 a 18.000 matas. En cualquier paso, y pese al siempre fluctuante precio de los mercados europeos y la climatología majorera, el último cosechero de exportación de Antigua resume que durante los 20 años «yo escapé plantando tomateros por las ganas de sacar adelante la finca». Padre de tres hijos, dos hombres y una mujer, ninguno se ha dedicado al campo, «nunca se los aconsejé porque la agricultura es muy dura. En vez de ocho horas, hay que dedicarle 18 horas».

Su tardía dedicación al tomate de exportación se desarrolló poco a poco. «Pegué con 6.000 matas, luego fui subiendo hasta las 18.000 matas en tres invernaderos, unas dos hectáreas en total». Si la inversión y las plantas subieron con los años, Mariano de León en cambio permaneció fiel a la misma semilla, «siempre, siempre, siempre, como él refrenda, se decantó por la misma variedad: la Daniela».

Bueno de comer. A pesar de que esta variedad de tomate no da muy buenos resultados en los invernaderos de los municipios de Pájara y Tuineje dedicados a la exportación, en el Cercado del Cura de León supo mantener a raya el virus de la cuchara y coger un tomate «sabroso, bueno de comer, duro, bonito: yo desde luego hablo bien de la Daniela».

A dos litros de agua por día y por mata regaba sus cultivos, «claro que variaba a veces según las temperaturas: si tiempo muy bronco, entonces les daba más agua». Y plantar, siempre plantaba en las mismas fechas y de tres veces tomando como criterio las fiestas patronales: 6.000 matas en septiembre, las vísperas de las fiestas de la Virgen de la Peña; otras 6.000 para la vísperas de las fiestas de Antigua, «dejando unos quince días entre una plantación y otra».

De León acabó y terminó su actividad en la Cooperativa Agrícola de Gran Tarajal, la última que queda de las tres que llegaron a existir en el sur. «Antes, había hasta cinco o seis almacenes de empaquetado».

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