La siembra
Hay que tener mucho cuidado y ver dónde ponemos los pies, no sea que nos tengan que sacar con ellos por delante. Incluso es conveniente poner atención al pisar la dudosa luz del día, que según Manuel Machado tiene color de agua con aguardiente. Los artificieros de Naciones Unidas calculan que, sólo en el Líbano, hay un millón de bombas de racimo sin desactivar, en números redondos, como coronas fúnebres para los muertos sin nombre y sin corona. La siembra ha sido muy laboriosa y la cosecha no puede decepcionar a los sembradores.
Manuel Alcántara
Sábado, 23 de septiembre 2006, 00:39
La mayoría de estos ingeniosos artefactos fueron arrojados tres días antes de que se acordara el alto el fuego, ya que había que aprovechar el tiempo. Israel tiene previsto retirarse hoy y ya hay 5.000 cascos azules en los territorios que dominaba la guerrilla Hezbolá. Hay empresas de limpieza especializadas en estas peligrosas labores. No podrían vivir de su trabajo si antes no hubiera otras empresas especialistas en el montaje de guerras, con magníficos gerentes. Hemos progresado mucho en el arte de matar desde los tiempos de la honda y la flecha. Las llamadas bombas de racimo, que son la vendimia de las uvas de la ira, tienen la ventaja de que pueden ser arrojadas desde cualquier tipo de aviones de combate. El mensaje no es el medio. En su corto trayecto, las bombas despliegan sus aletas y giran sobre su eje. Una maravilla de ingeniería bélica. Muerte por aspersión.
Nunca ha sido necesario despertar del sueño kantiano de la paz perpetua, ya que la humanidad no ha logrado conciliarlo jamás. Llamamos paz a los periodos vacacionales que transcurren entre una guerra y otra. Hay que clamar al cielo rogando por la paz con los brazos extendidos, pero teniendo mucho cuidado por dónde pisamos con garbo. No sea que no tengamos que comprarnos más zapatos.