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Teresa Bouza (EFE)
Miércoles, 28 de septiembre 2005, 14:28
England, a quien el Pentágono ha presentado como un caso aislado en el Ejército, es la última de los nueve soldados que han desfilado por un tribunal militar para rendir cuentas por el escándalo de Abu Ghraib.
El Departamento de Defensa ha conseguido así que las torturas en Irak hayan sido juzgadas como algo "esporádico", a pesar de que prestigiosas organizaciones como Human Rights Watch (HRW) han documentado que los maltratos fueron regulares y prolongados.
Un informe divulgado el pasado fin de semana por HRW recoge el testimonio de un capitán y dos sargentos destinados de 2003 a 2004 en Faluya -feudo rebelde al oeste de Bagdad-, quienes insisten en que la tortura de presos iraquíes era "rutinaria".
Esa atmósfera de abuso de poder fue uno de los argumentos utilizados por los abogados de England para reducir su condena.
Así, Stjepan Mestrovic, un sociólogo de la Universidad de Texas, que fue llamado a comparecer como testigo experto de la defensa, testificó que la pena de la soldado de 22 años debería de ser baja dada la "envenenada atmósfera" que se respiraba en Abu Ghraib.
Charles Graner, el novio de la acusada, que fue sentenciado en enero a 10 años de prisión por su participación en las torturas, también aseguró el martes ante el tribunal que juzgó a England que los guardias en Abu Ghraib recibían órdenes directas de los oficiales militares de inteligencia.
Según Graner, él, England y otros guardias que trabajaban en el turno de noche en un ala de alta seguridad de la prisión iraquí realizaban su trabajo con mínima supervisión.
El soldado aseguró que, en ocasiones, oficiales del servicio de espionaje estadounidense presenciaron los abusos.
Pero por el momento el Pentágono ha logrado que los abusos no sean equiparados con un problema del sistema.
Lejos de eso, el Ejército ha presentado a England como una manzana podrida y una vergüenza nacional.
El escándalo, que concluyó con la sentencia hecha pública a última hora del martes, saltó a la luz hace casi un año y medio, cuando la cadena de televisión estadounidense CBS hizo públicas las primeras y conmovedoras imágenes de las torturas.
Las fotografías empañaron no sólo la reputación del Ejército estadounidense, sino la ya maltrecha imagen de EEUU en el mundo árabe. England se convirtió en el rostro de los abusos.
La soldado natural de West Virginia se hizo famosa tras salir a la luz una fotografía en la que sujetaba con una correa el cuello de un prisionero muerto iraquí que yacía desnudo en el suelo.
La joven, una antigua trabajadora de una fábrica de pollos, adujo en su defensa que había participado en los abusos a instancias de su novio y pidió disculpas por haber posado para las fotos.
En un tono de voz sereno, la madre de un bebé de 11 meses fruto de su relación con Graner, relató el martes cómo había entablado la relación sentimental con su novio antes de ser destacada en Irak en el año 2003.
"Era encantador, divertido y por aquel entonces me parecía que estaba interesado en las mismas cosas que yo", dijo England, antes de añadir que Graner traicionó el amor y la confianza que había depositado en él.
Xavier Amador, un psicólogo que prestó testimonio el martes, indicó que England proviene de una familia abusiva. Indicó que la soldado tenía tendencia a la depresión y que sufría de estrés postraumático antes incluso de ser enviada a Irak.
Sea como sea, England será recordada como la soldado que puso en tela de juicio las alegaciones de superioridad moral por parte de EEUU y, según algunos analistas políticos, se ha convertido en el símbolo de una cultura a la que es necesario poner fin.
La sentencia de England llegó sólo un día después de que un tribunal la declarase el lunes culpable de seis de los siete cargos de los que se le acusaba.
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