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La ropa gana y la carne pierde en las playas de Marruecos

EFE

Jueves, 1 de enero 1970

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La llegada del verano supone para muchos la tentación del agua y las playas, pero en Marruecos las playas muestran otras tentaciones, las de la carne, que ha llevado a muchas mujeres a vestirse con los llamados "bañadores islámicos", o sencillamente a bañarse vestidas.

En las playas populares del Atlántico o del Mediterráneo, en Rabat o Río Martil, lo más común es ver a mujeres vestidas "de calle", con su ropa larga de deporte o su chilaba (túnica larga y ancha), o bien con el último grito en "bañadores islámicos"; todas ellas cubiertas de pies a cabeza.

Algunas mujeres optan por bañarse con su ropa a pesar de la incomodidad de esta opción por el peso que se añade a sus prendas de algodón o de fibra una vez metidas en el agua.

Y es que el "bañador islámico" es un lujo que no está al alcance de todas las mujeres que usan el pañuelo en su vida cotidiana.

"Hace seis años, recuerdo que me bañaba en chándal y era desagradable, pero cuando se empezó a comercializar el "bañador islámico" en Marruecos, me lo compré y es mucho más cómodo", cuenta la joven Kautar, jurista de 30 años.

El bañador islámico está compuesto de una túnica larga de licra, un pantalón largo también de licra o poliester, más un velo para el cabello, y cuesta entre 800 y 1.000 dirhams (72 y 90 euros).

Por supuesto, hay en el país playas más exclusivas a las que se llega solamente en automóvil particular, o las de los lujosos hoteles costeros, donde la clientela femenina se parece más a la de cualquier playa europea y es muy raro -cuando no prohibido por el hotel- ver a una mujer bañándose completamente cubierta.

Aunque todavía no está generalizado en Marruecos, la demanda del bañador islámico es cada vez mayor, cuenta Buchra, una dependienta de una lujosa franquicia de ropa para musulmanas practicantes que difunde moda "made in Turquía".

Buchra cuenta que su tienda trata de ofrecer prendas "halal" (lícitas según el Islam) adecuadas al poder adquisitivo de las marroquíes, que no acaban de entender que la ropa "decente" cueste mucho más que la "indecente".

La dependienta asegura que sus bañadores largos no solo los compran las mujeres con velo, sino también las chicas pudorosas que sienten incomodidad a la hora de mostrar su cuerpo en espacios públicos, para evitar así las miradas concupiscentes de los hombres.

Estas últimas optan por pantalones que llegan hasta la rodilla y camisetas de manga corta que cubren los hombros.

"Me baño con camiseta y un pantalón corto, primero porque soy musulmana y segundo por pudor y para evitar las miradas", confiesa la joven Amina, contable de 29 años, que declaró que prefiere ir a la playa muy temprano para evitar que haya mucha gente.

La desnudez en la playa marroquí tiene un carácter especial, influenciado por la religión que considera el cuerpo como un tabú que sólo se desvela en espacios privados, pero también por las tradiciones de un país que mira cualquier atisbo de desnudez como un ultraje al pudor y a las buenas costumbres.

Basta con mostrar un trozo de carne para desatar todo tipo de miradas: unas son reprobatorias, las otras son ávidas; casi nunca son neutrales.

El pasado año se celebró por vez primera en el país el concurso de belleza "Miss Marruecos", pero tuvo la peculiaridad de que entre los desfiles de las espectaculares modelos se excluyó el que suele ser santo y seña de un concurso de belleza: el desfile en bikini, por aquello de no herir "las sensibilidades locales".

Y mientras las mujeres discuten sobre los centímetros de tela necesarios para tapar su desnudez, nada se escribe, se discute, se vende o se compra para la desnudez masculina: sencillamente los hombres se visten como quieren.

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