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La respuesta británica

Jueves, 1 de enero 1970

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Llegó el día del Brexit. La jornada decisiva en la que Europa mira a Gran Bretaña para saber si el proyecto comunitario sigue siendo sostenible (a pesar de todos sus dilemas pendientes y la ausencia de sintonía con la ciudadanía) o, por el contrario, comienza un paulatino proceso de repliegue al ámbito del Estado-nación. Un periplo que se iniciaría en Londres y luego seguiría en otros países con fuerzas políticas euroescépticas y atañería a Europa del Este y sus emergentes populismos. Dicho esto, resulta ingenuo ahora mirar al intento pasado de Tony Blair por introducir a Gran Bretaña en el euro. Blair como primer ministro no hubiera convocado este referéndum. Es una cuestión de audacia y de medir costes políticos que a David Cameron se le ha ido de las manos. Por mucho que los conservadores siempre sean reacios con Bruselas. Si Cameron pierde la consulta de hoy, la pregunta surge sobre la marcha: ¿dimitirá? Liderar tu país tras haber recibido una negativa popular, supone un ejercicio en buena medida ficticio. Por otro lado, a los británicos por lo general la información que le ha llegado desde el exterior y a favor de la permanencia en el proyecto comunitario, ha destilado un relato de temores variados en cuanto a los riesgos económicos que supondría su salida. Pero nada más. Y la Unión Europea no puede permitirse seguir sin credibilidad política propia. Dicho de otro modo, que los socios del club solo persistan en él por aquello de no perder Producto Interior Bruto. Un factor importante, pero no lo explica todo. Puede que a los tecnócratas de Bruselas les sea indiferente. Sin embargo, a las respectivas sociedades de los Estados miembros les absorbe una sensación de hastío e impotencia democrática. Y, por lo tanto, el proyecto comunitario debe reinventarse. El discurso pacificador en el Viejo Continente tras la Segunda Guerra Mundial ya no sirve para las nuevas generaciones. Sobre todo, las que han visto cómo la troika mandaba los designios del sur de Europa. En esto los británicos se han salvado, no han lidiado de lleno con la crisis de la eurozona. Las próximas horas serán decisivas. Todos a la espera del pueblo británico en una decisión popular que podría ser histórica y, en suma, en caso de optar por la salida, resquebrajaría la tímida unión de un andamiaje comunitario que tiene abierto múltiples frentes. Y mientras tanto Cameron tiene su suerte política echada. Qué necesidad de esto, pensará ahora como cuando Felipe González con el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. El susto ya lo tiene.

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