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La reina, la reinona, y el rey Chacho

La reina, la reinona, y el rey Chacho

Jueves, 1 de enero 1970

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Primero fue la reina, honor para Aránzazu Estévez; luego la reinona, con protagonismo para Nelson Rodríguez y su drag Valkiria; y por último el rey, galardón que recibió el Real Madrid de las manos de su majestad don Felipe VI.

Las Palmas de Gran Canaria coronó por triplicado en un carnaval de las Mil y una noches pasado por agua, y el pelete del Gran Canaria Arena en su Copa del Rey, pero también de fiesta grande del disfraz y de baloncesto de auténtico lujo, en un torneo que se decidió con un clásico del que muchos cantan que «están hasta los huevos», pero muy pocos se lo quieren perder cada año por el espectáculo que dan cada vez que se ven las caras en una final.

La Copa brilló en la capital aunque no saliera el sol, el único invitado a la histórica fiesta capitalina que no quiso acudir a la cita con el mejor baloncesto nacional, y uno de los grandes torneos europeos.

La Fan Zone, construida sobre la arena de la playa de Las Canteras, tuvo que ser suspendida al tercer día, y la Minicopa, que por primera vez se iba a disputar al aire libre, se mudó al Centro Insular de Deportes, donde el Real Madrid también se coronó en la cita con las futuras estrellas.

En el escenario grande, el aficionado que llenó las gradas del Gran Canaria Arena se frotaba las manos por el espectáculo de primer nivel, pero también por el frío que tuvo que sufrir en un recinto de lujo al que habrá que acudir con guantes y bufanda en sus citas de invierno.

Una afición que además se quedó más helada aún en la segunda jornada de la competición, la del viernes, con la eliminación de su Herbalife Gran Canaria a las primeras de cambio, una semifinal que se la arrebató Sitapha Savané -el eterno gran capitán- entre lágrimas y ovacionado.

Temperatura y decepción del anfitrión aparte, la Copa del Rey, que regresaba a Gran Canaria 25 años después, respondió al espectáculo que la ACB montó en la Isla alrededor de su joya de la corona mimada al detalle, aunque al final, en la cancha, no fuera diferente a ninguna de las últimas citas de un torneo que lo juegan ocho y (casi) siempre la ganan los mismos. Nadie es perfecto. Aunque el Chacho, que decidió el duelo con otro partidazo, ayer lo rozó. Hasta siempre.

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