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La necesidad de responder con grandeza

La necesidad de responder con grandeza

Tomás Bellas estaba en medio de la turba. Es el capitán, y desde esa responsabilidad trataba de mirar de frente a unos aficionados que pronto habían enterrado el sinsabor de la derrota. «Espero que algún día os vea en una final», señalaba el director de juego voz en grito.

Jueves, 1 de enero 1970

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La del equipo entregado a la grada después de la caída al medio millar de seguidores insulares ha sido una de las imágenes de la Copa del Rey. No de la participación del Gran Canaria, la más brillante de su historia, lo fue de toda la competición.

El Gran Canaria culminó su presencia con una nota positiva. Es indudable que la lección de juego ante el Bilbao Basket será, por lo pronto, el documento de mayor valor que el Granca ha conseguido en su historia. La mala interpretación de la semifinal ante Valencia quedará en anécdota en breve.

De la Copa vuelve el Gran Canaria con nombres propios. El primero de ellos es Xavi Rey, excelente en el duelo de cuartos llamando la atención del hormiguero de ojeadores que se reunieron en Vitoria.

Rey, no obstante, no pudo dejar su sello en la semifinal, en la que su rendimiento fue mucho más discreto siendo un partido en el que se demandaba su presencia ante el elevado potencial levantino en la pintura.

Un caso diferente al de Ryan Toolson. El escolta de Arizona no presentó su mejor versión en la confrontación ante los bizkainos en los cuartos, pero fue el más destacado a pesar de su desacierto en el juego exterior ante Valencia.

Pero uno de los casos más significativos de la Copa es el de Uros Slokar. El interior esloveno firmó unos decentes nueve minutos en cancha en su participación, cuando el duelo de semifinales estaba casi decantado, aportando cinco puntos y más de una acción de relieve. Pero no hay química. Pedro Martínez le ha relegado a un papel menor dentro de su rotación.

Llegado para ser la referencia en la pintura, el cinco se ha visto superado incluso por el canterano Walter Tavares.

Pero por encima de todo que esa sensación de deuda pendiente, acentuada esta ocasión por ser la más cercana al éxito rotundo que se recuerda.

Pedro Martínez, un profesional de gesto sereno y al que no le gusta exhibir demasiado sus emociones, también fue obligado a salir al ruedo y recibir el afecto a pecho descubierto. Allí, emocionado en el anillo número 11 del Buesa Arena, además de agradacer de forma reverente el cariño de la hinchada expresó un deseo claro. «Sigan animándonos así en cada partido, como el del próximo domingo, que será igual de importante», indicó.

Ahora el Gran Canaria afronta el segundo tramo de la competición. Terceros en la clasificación, espoleados anímicamente por el aprecio de sus correligionarios, toca defender esa plaza y llegar en una buena posición al próximo escalón de la competición. Y, por qué no, seguir haciendo historia en la mejor temporada en cinco décadas de existencia.

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