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EFE
Lunes, 9 de noviembre 2015, 00:00
Artesanas e ingenieras agrícolas imparten desde este lunes en Tenerife un curso para recuperar el oficio de transformar la lana de oveja: una materia prima gratuita -la regalan los ganaderos- idónea para objetos decorativos además de vestimenta, y que tiene propiedades antibacterianas.
Para aprender este oficio que ha ido cayendo en desuso y que tradicionalmente desempeñaban las mujeres se realiza un curso taller, organizado por la Fundación Mapfre Guanarteme, de contenido teórico "y un 90 por ciento práctico" desde el inicio, explica a EFE Delia Escobar, artesana e ingeniera técnico agrícola
"La lana es pura magia, creatividad y sensaciones", afirma Delia Escobar, que impartirá el curso durante un mes junto a la también artesana Esther León y que además es la concejal de Fiestas y Turismo del Ayuntamiento tinerfeño de La Orotava.
Ella aprendió a trabajar la lana con Beatriz Ballester, maestra artesana de la zona de La Esperanza y una de las promotoras de la asociación canaria "Mazaroca", la única relacionada con este tipo de trabajos.
En todas las islas se trabajaba antiguamente la lana de oveja y, en el caso de Lanzarote y Fuerteventura, también la de camello, pero este oficio se fue perdiendo paulatinamente con la introducción de las fibras sintéticas y la industria textil.
Actualmente donde se conserva en mayor parte esta tradición es en la isla de El Hierro, explica Delia Escobar, quien señala que aunque el oficio era mayoritariamente femenino, hay testimonios gráficos que muestran la presencia ocasional de hombres en los telares.
El proceso de elaboración de las piezas de lana era una labor muy tediosa, que ocupaba bastante tiempo, por lo que también era común que se congregasen las familias al atardecer para carmenar (desenredar y limpiar) la lana.
Pero con la llegada de la crisis, apunta Delia Escobar, sobre todo en el norte de Tenerife se ha percibido cierto resurgir del interés por esta tradición con una vertiente muy adecuada para los objetos más cotidianos: el trabajo del fieltro.
Este proceso, que se enseña en el curso que imparten las artesanas en La Laguna, consiste en introducir las hebras de lana en agua caliente y jabón, masajear y formar un conglomerado -el fieltro- de gran resistencia y con el que se pueden elaborar desde muñecas a cuencos, alfombras, sombreros y salvamanteles, entre otros objetos.
Con la lana se pueden crear productos tradicionales "como los trajes de maga", enaguas y alforjas pero también objetos útiles y de atractivo ornamental, señala Escobar, quien subraya la importancia de que antiguamente se seleccionaban las ovejas no sólo en función de su producción de leche, sino de la calidad de su lana.
Y la de la oveja canaria es de muy buena calidad, destaca la artesana, quien además subraya que, si se les pide, los ganaderos regalan la lana tras trasquilar a sus animales, algo que deben hacer obligatoriamente una vez al año.
Con la recuperación de este oficio se contribuiría a dar valor al trabajo de los ganaderos, se favorecería la conservación de las ovejas y se daría uso a un producto local de fibras naturales y que no debe ser importado.
Al respecto, señala Delia Escolar que cuanto más natural es la fibra de lana de oveja con la que se trabaja más propiedades y beneficios conlleva, pues cuando es "cien por cien" natural puede ser utilizada incluso por personas alérgicas.
Ello se debe a las propiedades medicinales de la lanolina, una sustancia grasa presente en la lana con capacidad antibacteriana y que se utiliza en cosmética para la piel e incluso para las mujeres que han dado a luz y amamantan a sus hijos.
En el curso se enseña además a los participantes a utilizar tintes naturales para que el objeto confeccionado no tenga sólo el color blanco o marrón de la lana de oveja, y para ello se usan extractos vegetales, animales y de hongos para que el tejido adquiera tonalidades rojas, burdeos, marrones, verdes u ocres.
Otro aspecto de la enseñanza es la técnica del "nuno", que consiste en mezclar con la lana otros materiales -seda, chiffon- en capas y formando dibujos que, al igual que con el fieltro, se sumergen en agua y jabón y se someten a un masaje.
Con este proceso se mezclan las fibras y se obtiene un tejido de enorme resistencia con lo que, añade Delia Escobar, se puede confeccionar un pañuelo con la delicadeza de la seda y sin embargo, resistente a cualquier desgarre.
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