La historia del soldado y la pastora
El reencuentro, 77 años después, de Juan e Isabel es una entrañable historia de las que ya casi no se cuentan. Se conocieron en el 39, en el pueblo murciano de Jumilla. Ella, una pastora de 13 años; él, un joven soldado lanzaroteño llegado del frente. Al finalizar el conflicto se separaron, y por azar se reencontraron el pasado octubre. Él con 97 y ella con 90 años.
La historia de Juan Brito (Hijo Predilecto de Lanzarote por su contribución a la cultura y el folklore de la isla) e Isabel Martínez, es digna de una novela de Hemingway, y resultado de un cúmulo de casualidades y circunstancias de la vida que hacen que algo tan simple como una amistad adquiera tanta grandeza. Juan, natural del Peñón del Indiano (Tinajo), fue movilizado para la guerra con apenas 18 años de edad. Tras cerca de un año y medio dando tumbos por los frentes y trincheras de la Península (donde vivió las escenas más amargas, que todavía le producen pesadillas), en abril del 39, nada más finalizar el conflicto, fue cuando llegó al pueblo murciano de Jumilla. La función de su unidad era la de ir recorriendo los pueblos de la zona recogiendo armas y munición y anunciando el fin de la Guerra. De inmediato, influido por sus orígenes como pastor en Lanzarote, trabó una profunda amistad con una humilde familia de pastores que lo acogieron casi como a un hijo. Esta amistad se transformó en algo más especial con una de las hijas de este matrimonio de apenas 13 años, de nombre Isabel. Según explica Juan, «yo les ayudaba con el ganado y ellos me daban de cenar, me lavaban la ropa», y pronto se fraguó un cariño mutuo entre Isabel y él. «Yo la veía como a una hermana pequeña, hablábamos mucho y pronto trabamos una profunda amistad; así estuvimos cuatro meses, hasta que me destinaron a Bilbao», recuerda de aquel tiempo. «Fue la última vez que la vi», explica Juan con nostalgia. A partir de entonces fue pasando el tiempo hasta que el pasado año, por pura casualidad, Juan conoció a Consuelo, una logopeda de Molina de Segura, pueblo cercano a Jumilla, que vino de vacaciones a la isla. Él le contó su historia y a partir de ahí comenzó un arduo trabajo de investigación para dar con Isabel, 77 años después, en un lugar de 27.000 habitantes, y con muy pocos datos para poder localizarla. Toda una casualidad, uno de esos caprichos del destino que hicieron que el pasado octubre volvieran a reencontrarse.