La escuela que mantiene vivo el folclore
El folclore no goza de mala salud, y menos en Telde, donde hay varios grupos de prestigio insular y regional. Pero hay una escuela, la municipal, que lo ha llevado a los colegios y que lo ha extendido por los barrios. Ese mérito es de un grupo de monitores, encabezados por Jesús Santana, que enseñan música canaria a 3.411 alumnos.
Y no llevan dos días en el negocio. Ya cuentan por 15 o más los años que están en la brecha. Lo que ha pasado es que estos días, muy a su pesar, la escuela se ha puesto en el disparadero de la polémica y de la refriega política a cuenta de un rifirrafe entre dos de los socios de gobierno, NC y el PSOE. Se cruzaron advertencias y parte del pato la pagó la escuela, que, pese a lo que pudo interpretarse, ni va a ser desmantelada ni cerrará.
No lo hará porque no puede, porque es mucha la gente que la demanda. Su coordinador, más conocido como Suso Santana, apunta, por ejemplo, que sus clases se han convertido en un punto de encuentro, de integración y de evasión para numerosos colectivos de mayores de Telde. No en vano, echa mano de los datos para precisar que la escuela imparte clases en colectivos vecinales, culturales o recreativos mediante 37 talleres de instrumentos musicales, 11 de baile tradicional y 28 de artesanía. Pero también piensa en el futuro y esparce sus granos de identidad en 31 centros educativos de Telde, 7 de ellos institutos de secundaria y 24 colegios de Primaria.
Todo eso sólo es posible gracias al tesón de sus 17 monitores (9 de instrumentos musicales, 3 de baile tradicional y 5 de artesanía), que, aunque tienen un contrato laboral de 8 a 15 horas, parten sus jornadas para estar por la mañana en colegios e institutos y por la tarde en los locales sociales. Son ellos el alma de infinidad de agrupaciones folclóricas en los barrios que encima se vuelven a poner el traje de faena los fines de semana para sacarlas en romerías.
Van en coche propio sin pago de kilometraje ni gasolina y usan sus propios móviles. Todo ese esfuerzo les vale la pena porque luchan por preservar señas de identidad canaria que no merecen ser manchados por una refriega.