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La cuenta de los 'micromecenas'

Michael McLoughlin

Jueves, 1 de enero 1970

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Con los bancos examinando con una cautela máxima cada petición de crédito y la austeridad marcial decretada por el Gobierno en las cuentas públicas -con el consiguiente efecto en subvenciones y ayudas- el acceso a la financiación parece más complicado que nunca para los que se plantean debutar como emprendedor o aquellos que quieren impulsar un nuevo producto o servicio. Este panorama ha creado un caldo de cultivo propicio para que el fenómeno del ‘crowdfunding’, que llegó a España hace dos años, eche raíces y sean muchos los que ya se plantean acudir a este tipo de financiación.

La práctica es más antigua de lo que a priori parece. Simplemente se ha expandido gracias al poder amplificador de internet. "Extremoduro hace más de 20 años pidió dinero a gente cercana para grabar un disco. Dio unos vales a los que aportaron que se canjearon cuando se lanzó el disco”, recuerda Gregorio López, CEO de Lánzanos, la primera plataforma que surgió en España en 2010 a rebufo de casos de éxito como Kickstarter, en Estados Unidos. En aquel entonces recibían una o dos peticiones por semana. “Ahora recibimos cuatro o cinco cada día”, comenta López.

Tras dos años de trabajo, esta comunidad cuenta con 100.000 usuarios registrados y, al menos, 35.000 de ellos ya han hecho algún micropago, lo que ha supuesto el éxito de más de 200 proyectos de índole creativa. Entre esta cartera, destaca ‘El Cosmonauta’ un corto que recaudó 320.00 euros gracias a este método. “Este concepto se ha afianzando en España aunque todavía le queda subir un nuevo escalón en lo que se refiere a la cultura del pago por Internet”, analiza. Ahora el equipo de Lánzanos trabaja para el próximo lanzamiento Quickseed, un concepto de ‘crowdfunding’ que estará más orientado a la financiación empresarial y que presentarán próximamente.

De todo tipo

A día de hoy existen decenas de plataformas de diferente signo y naturaleza. La mayor parte de ellas comparte la fórmula de fijarse una cantidad y un plazo en el que lograrla para poder disponer de ella. Desde pequeñas comunidades muy localizados que, por ejemplo, buscan financiación para proyectos en el Campo de Gibraltar, Valencia o Euskadi hasta otras como Improxect o Volanda centran su atención en la innovación sin importar la procedencia de la misma. Y hay otros casos como el de Emprendilandia aún en fase beta- que pone el acento sobre la generación de empleo de las aventuras empresariales que pone en su escaparate; o como el de My Major Company, una web internacional que está buscando ahora un hueco en el mercado nacional. Taracea se centra en temas científicos y Arboribus permite apoyar a empresas que han sido solventes hasta ahora a cambios de préstamos con intereses. Sin embargo, aquellas que han empujado ideas con fines culturales o sociales han sido hasta el momento las que mejor acogida han tenido. Gregorio López explica que esto puede deberse a que en Europa cosas como el teatro o las exposiciones “han estado más pegadas a las subvenciones” que en otros lugares. Opina que esto dejará de ser la tónica general gracias a sectores o iniciativas de carácter tecnológico, entre otras. “Hace falta que haya un caso de éxito para que no se vayan a buscar la financiación a otros países”, concluye.

“A lo largo de 2013 creo que va a darse una selección natural de plataformas destinadas a esto”, augura Enric Senabre, uno de los fundadores de Goteo.org. “Esto nos exige seguir dándole vueltas al modelo de forma que se llegue a replicarlo en otros colectivos”, añade al preguntarle por si la modelo tiene limitaciones temáticas.

Senabre habla de todo tipo de ideas: proyectos de internet, software libre y, aunque en menor medida, otras cosas más singulares como una cafetería para ciclistas. Aclara que el ‘crowdfunding’ no tiene porqué ser el motor económico que tire del proyecto y que puede ser, simplemente, un complemento de financiación.

Goteo.org empezó a funcionar en 2011 y ha recaudado 430.000 euros hasta el momento con una tasa de éxito cercana al 60%. Sus fundadores aseguran que lo que se busca es que aquel que “recibe la financiación colectiva” sirva su experiencia para un “beneficio colectivo” de toda la comunidad.

“No es una varita mágica”

Enric Senabre avisa: “Por supuesto que esto no es una varita mágica”. Puntualiza que “cualquiera que haya publicado un proyecto” con este fin se habrá dado cuenta que requiere un “gran trabajo de difusión tanto al principio como al final”. Indica que hay indicadores que dan pistas para averiguar si el objetivo está encaminado. “Cuando se logra el 20% o el 30% en los primeros días. Es buena señal e inspira confianza a otros cofinanciadores”, explica.

“Es importante transmitir el proyecto con transparencia y comunicar con cercanía. Enseñar parte del desarrollo no debe ser un problema”, continúa. “Incluso hay que reconocer algún error, mostrar una especie de currículum con la experiencia previa. Aunque es algo que se ve menos de lo que me gustaría”, admite.

La recompensa para el que aporta el capital, por simbólico que sea, también es un aspecto clave. “De esta forma el usuario accede a un producto único, una experiencia que de otra manera no sería accesible”, dice Jonás Sala, que junto a sus hijos fundó hace dos años Verkami, orientada a artistas y creadores, aunque ya han dado cabida, entre las más de 780 iniciativas que han salido adelante a cosas como excavaciones arqueológicas o estudios biológicos.

Cree que el ‘crowfunding’ es posible gracias a “un cambio de modelo y de consumo”. “El autor quiere estar más cerca de sus seguidores y estos a la vez, también. Hasta el momento han existido muchos intermediarios. Todo ello ha empujado a este modelo de autoproducción”, concluye Sala.

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