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La agresión al presidente

Jueves, 1 de enero 1970

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Lamentable y bochornoso. No me gusta nada el ambiente nacional gestado en la confrontación política, la convulsión social y el enquistamiento de los efectos de la crisis. Y me temo que el puñetazo al presidente del Gobierno es tan solo un estallido más del magma soterrado revanchista donde los dirigentes públicos se convierten en dianas de la más deleznable masa acrítica y amorfa que ya criticó en su momento histórico José Ortega y Gasset. Por eso los protagonistas con repercusión colectiva deben medir sus palabras. Las proclamas o afirmaciones que se sueltan ante la opinión pública tienen una especial repercusión para lo bueno y para lo malo que hay que saber medir. Como demócratas debemos asumir que ese golpe al presidente del Gobierno lo es a todos. Una agresión que debe ser rechazada por toda la gente de bien. Pero que más allá de la grotesca anécdota es fruto también, insisto, de esa indigestión social que a saber cómo culminará. Una escalada indeseable que comienza con el insulto o con el vómito de sectarismo y menosprecio que cunde en una parte considerable de Internet y las redes sociales. Lástima cuando la ciudadanía es sitiada por la barbarie de la sinrazón. Precisamente cuando los sistemas políticos entran en decadencia se suceden este tipo de cruentas situaciones.

Con todo, la imagen daña la percepción que tienen de nuestro país en el exterior. Imaginemos por unos instantes que David Cameron, Angela Merkel o Barack Obama recibieran semejante puñetazo. Y que encima, como así ocurrió, que algunos incluso vitoreen al agresor mientras lo introducían en el coche policial. Ahora lo que procede es incidir en que ojalá estos episodios no vuelvan a acaecer. Que de aquí al domingo domine la tranquilidad. Pero ha sido horrible ver el vídeo que enseguida se propagó por Internet en el que vimos cómo Rajoy era golpeado. Mantuvo la compostura y prosiguió con su agenda. Pero pensará qué necesidad tiene de todo esto a estas alturas. Se huele cierto cansancio o, mejor dicho, que se ve desbordado por tantos acontecimientos y tan acelerados. Un nuevo ciclo comienza en el que hombres como Rajoy se sentirán en buena medida incomprendidos. Y no solo por los debates que sobrevienen en el Congreso de los Diputados sino por la propia dinámica de una pugna entre partidos que se recrudecerá porque ya no se limita solo al principal y clásico adversario. Ahora el acoso es desde ambos lados ideológicos. Gracias que pronto cundieron las manifestaciones de denuncia y solidaridad con el agredido que ayer fue Rajoy pero pudo ser cualquiera. Hasta el propio jefe del Ejecutivo, tal como fue.

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