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Guardianes del misterio de Winter

Guardianes del misterio de Winter

Jueves, 1 de enero 1970

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La casa de los Winter, en Cofete, permanece en el imaginario colectivo de los majoreros como uno de los mayores enigmas de Fuerteventura y, mientras tanto, sus custodios viven entre unas ruinas que se desmoronan. Envuelta en la leyenda y protagonista de novela, decenas de turistas merodean cada día por los aledaños del palacete.

Un lugar para soñar y llenar la cabeza de mil fantasías imbuidas por hechos históricos reales, la casa de los Winter, hoy propiedad de Lopesan, se convierte en uno de los mayores enigmas que, en los últimos 50 años, han recreado en el pensamiento de los majoreros todo tipo de leyendas que, en la mayoría de los casos, rozan la inverosimilitud.

Desde bases submarinas en la costa, que conectan con la casa a través de túneles secretos, hasta prostíbulo para los oficiales alemanes durante la II Guerra Mundial, la casa de los Winter ha permanecido desde entonces en el imaginario colectivo como uno de los misterios mejor guardados de Fuerteventura.

Más allá de misterios y leyendas, la mansión de Cofete no es hoy más que una ruina romántica y desoladora en medio de la belleza del barlovento de Jandía, resguardada por el cuidado de Pepe, Rosa y Agustín Mato, tres hermanos herederos del trabajo de sus progenitores que, hace más de 30 años, emprendieron la tarea de guardianes del misterio de los Winter.

Cuentan los pobladores de la zona, que la casa de los Winter y sus terrenos colindantes, antiguamente propiedades de la condesa de Barcelona, pasaron a manos de los alemanes después de dejar en la estacada a los medianeros de la zona, que, desde tiempos inmemoriales, habían vivido generación tras generación de la agricultura y la ganadería, razón por la que esperaban alguna generosa y merecida concesión por parte de los acomodados propietarios, pero nada más lejos de la realidad.

Estremecedora imagen la de una mansión hecha añicos que todavía deja entrever la majestuosidad de antaño y la estirpe burguesa de sus inquilinos que, según los ancianos del pueblo, apenas utilizaban durante cortos periodos vacacionales, ya que la familia Winter en realidad vivía en Las Palmas. Amplios salones con terraza señorial, grandes hornos de cocina, un patio central espectacular y una torre que corona las mejores vistas de 14 largos kilómetros de arena blanca, terminan de conformar las características del edificio.

Ni siquiera el popular literato, Alberto Vázquez Figueroa, pudo resistir la tentación de escribir una novela sobre las historias que se vivieron entre los muros de este pequeño palacete. Todavía hoy, se cuentan por decenas los turistas que todos los días se acercan a esta vieja morada para intentar averiguar algún dato que corrobore las teorías fantásticas que se han ido forjando desde su construcción.

Y, mientras la leyenda sigue creciendo, sus ruinas se desmoronan bajo las miradas atentas de La Zarza y de Oreja de Asno.

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