Estabilidad y reformas
Cuentan las crónicas que Felipe González se reunió hace unos días con el todavía secretario general de los socialistas españoles, Pedro Sánchez, y en ese encuentro le aconsejó alcanzar una entente con el Partido Popular para reformar en esta legislatura, que va veremos como empieza, la Ley Electoral para establecer una segunda vuelta, a la que concurrirían los dos partidos más votados y de la que saldría el partido que formaría gobierno y su presidente, tal y como sucede en Francia. Dicen que en esa comida González puso como ejemplo de las bondades de su propuesta lo ocurrido en el país galo, donde gracias al segundo turno el ultraderechista Frente Nacional no tocó poder en ninguno de los gobiernos regionales.
De los usos y maneras de los franceses y su régimen presidencialista, nada que decir, que bastante llevan en eso. Sí, por contra, resulta llamativa esta iniciativa, ahora, de Felipe González que, recordemos, fue el principal protagonista de la vida política española más de una decena de años y jamás se le escuchó siquiera la insinuación de reformar la ley electoral que, por cierto, atesora bastantes puntos merecedores de ser modificados. Pero, es lo de siempre, como quiera que aquí prima el coyunturalismo y ahora ocurre que la ciudadanía ha puesto en solfa el bipartidismo, trátase de preservar a los hasta ahora exclusivos protagonistas de las acciones de gobierno para seguir garantizando ese status quo cuestionado por más de diez millones de votos. En resumidas cuentas, que ni Podemos, ni Ciudadanos, ni cualquier otro que pueda surgir que haga peligrar el establishment acordado en la ya cuarentona Transición, puedan cobrar protagonismo.
Se acompaña, además, la iniciativa, con el mensaje de que con ella habrá estabilidad, palabra muy recurrente tras las elecciones. De lo que se trata, por encima de todo, se dice, es de garantizar la estabilidad del gobierno que resulte. ¡Qué hábiles son cuando hay que retocar su narrativa para esconder sus debilidades! ¿Alguien me puede explicar cuánto de estable puede tener un Gobierno en exigua mayoría parlamentaria, por mucho que inicialmente, inicialmente, repito, logre la abstención de muchos para formarse? ¿Acaso las elecciones no dejaron claro que no se quiere unipartidismo, que la demanda es pluralidad y negociación? Es evidente que, como nos ha recordado recientemente Jesús Barcos en su reportaje sobre el diccionario de la campaña, la batalla del lenguaje es la primera batalla política, como afirmó en una ocasión Esperanza Aguirre.
Pero, volviendo al principio, si lo que se pretende es reformar la Ley Electoral que se sepa que en estas elecciones el PP, con un 28,7% de los votos, se hizo con el 34,9% de los escaños y el PSOE con el 22% de las papeletas logró el 26% de los asientos de la Cámara, frente a Podemos que tiene casi un 1% menos de presencia en la Cámara que votos logrados, Ciudadanos un 2,5% menos o Izquierda Unida, que habiendo conquistado el 3,1% de apoyo electoral apenas cuenta con una representación del 0,6%. Incontestablemente hay muchas cosas que reformar y mejorar.
@VicenteLlorca