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«Estaba tan tranquilo, y de pronto se tiró del balcón»

«Estaba tan tranquilo, y de pronto se tiró del balcón»

Antonio F. de la Gándara

Jueves, 1 de enero 1970

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«El detenido se ha levantado del asiento y se ha arrojado por el balcón», escribe con letra apresurada el secretario del Juzgado de guardia de Barcelona que el 8 de noviembre registró la casa de Bornia y presenció como éste, según la versión oficial, se lanzaba al vacío.

"Siendo las 21.35 horas, mientras tres agentes están registrando el despacho y otro que estaba con el detenido mirando unas películas por si tuvieran relevancia judicial se ha levantado para comunicar a los compañeros que no eran relevantes (...), el detenido se ha levantado de su asiento y se ha arrojado por el balcón a la calle».

El entrecomillado es transcripción literal de parte del acta manuscrita por el secretario judicial que en la noche del pasado 8 de noviembre asistió como fedatario público al registro que se llevó a cabo en el cuatro piso, letra a, del número 16 de la Rambla de Poblenou de Barcelona, la vivienda de Rafael Bornia en la capital catalana.

Unas tres horas antes, el grancanario Rafael Bornia, de 56 años, había sido detenido por dos agentes de la Policía en el Aeropuerto del Prat, cuando bajaba de un avión procedente de Gran Canaria. «No sé por qué». Ya allí, el supuesto narcotraficante saca pecho, solicitando un habeas corpus (declarar ante el juez sin pasar por la sede policial). «Desconozco los motivos de la detención y entiendo que es ilegal»; escribe y firma en el acta.

Tal vez no sabe lo que ha ocurrido desde que despegó de Gran Canaria. Mientras volaba, sus supuestos compinches Juan E.C:, Domingo Gabriel R.L. y Ángel B.S. habían sido detenidos en el parking de un restaurante de Los Rodeos (Tenerife) mientras introducían en un coche dos maletas con 47 kilos de cocaína.

La operación había sido desmantelada gracias a un policía infiltrado en la banda. El agente llevaba siete meses suministrando informes a sus superiores y aportando presuntas pruebas de que Bornia, entonces en tercer grado penitenciario, era el cabecilla del negocio.

Tras leer el atestado policial, el juez de Barcelona había rechazado el habeas corpus y declarado la detención conforme a derecho.

«Se observa que se encuentra tendido en el asfalto, y que se mueve. Se procede a llamar inmediatamente a una ambulancia por parte de los funcionarios de policías»; escribe, supuestamente en directo y sin perder la compostura, el secretario judicial que dirige el registro en la casa de Bornia.

«Siendo las 21,45 horas»; prosigue, doy instrucciones para continuar el registro en ausencia del imputado y llamo por teléfono al magistrado juez en funciones de guardia», redacta, «hago constar a éste que el detenido en todo momento estaba tranquilo».

El policía nacional con carné 105.133 está en el piso cuando Bornia cae, y es de los primeros en bajar a valorar la situación: «tiene una brecha en la cabeza, pero mantienen la consciencia», redacta en su informe. Según el secretario, Bornia ha caído «sobre un coche estacionado junto a la acera». Lo trasladan, vivo pero grave, al Hospital del Mar.

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