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Enrique Redondo enfrenta el poder y la justicia en Tejeda

Enrique Redondo enfrenta el poder y la justicia en Tejeda

Jueves, 1 de enero 1970

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Enrique Redondo (Las Palmas de Gran Canaria, 1978) irrumpe en el panorama literario canario con su primera novela, La última homilía de Zacarías Martín. Una fábula sobre el momento que atraviesa España, donde todos observan con una asombrosa sumisión cómo los poderosos se zafan de la justicia. Enrique Redondo reconoce que su novela, La última homilía de Zacarías Martín, tiene tintes negros, porque hay sangre de por medio. También tiene algo de thriller, por el suspense con el que precipita al lector hasta sus páginas finales. Sin embargo, su obra trasciende del puro entretenimiento porque, principalmente, plantea un dilema moral y, por otra parte, representa una fábula de la sociedad actual trasladada al microcosmos de un pequeño pueblo de Gran Canaria, Tejeda. «El trasfondo de la novela es la moralidad de los seres humanos: si en una sociedad todos nos implicamos; si todo, en realidad, depende de la moralidad y la conciencia de cada uno», comenta el escritor acerca de esta tragedia rural en la que se libra una batalla entre los poderosos y la justicia. En su libro, desde las primeras páginas, se sabe quién es el difunto y se intuye la identidad del asesino. Todos en el pueblo se huelen el pastel. Todos desean que se haga justicia, pero la sumisión y la comodidad los paraliza. ¿Ganará la batalla la verdad o se enterrará para mantener la pétrea estructura social del pueblo? En solo 120 páginas, el autor desarrolla la historia dando voz a los personajes principales de esta intriga protagonizada por Zacarías Martín, un cura vallisoletano destinado al pueblo cumbrero. «Se me ocurrió que fuera un cura por la predisposición que tenemos a pensar que la gente de Iglesia debería tener una mayor conciencia moral, aunque, como todos somos humanos, a veces la tienen y otras veces no», explica el escritor. La concisión no ha sido casual. Redondo reconoce que ha destilado su novela depurando muchos elementos. «Estuve haciendo contrahistorias, pero, al final, el lector tiene poco tiempo y quiere pasarlo bien. Preferí centrarme en lo que le podía interesar y no irme por las ranuras. Lo hice de forma consciente. Quité personajes y alguna trama paralela que decidí que no tenía influencia en la historia», indicó el autor. Sin embargo, uno de los elementos principales de la narración, el escenario, se añadió tras trazar el relato. «Buscaba un pueblo en el que ocurrieran todo tipo de cosas que también pueden pasar en una ciudad grande», comentó Redondo acerca de Tejeda, una localidad que le gusta mucho y en la que tiene amistades. «Tejeda es una excusa. La historia fui narrándola y el pueblo fue la estocada final que me animó a acabarla. No había ubicado la historia en un lugar concreto, pero Tejeda fue lo que cerró el círculo de mi historia». Fue en la ladera norte de la cuenca de Tejeda donde encontró «un micromundo» con «todos los estamentos» para poder reflejar lo que ocurre en la sociedad española. «Me gusta que además de plantear al lector una historia más o menos interesante, se quede con un poso de reflexión sobre la realidad», añadió.

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