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En Marruecos, la política exterior no es cosa del Gobierno

EFE

Jueves, 1 de enero 1970

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La política exterior marroquí ha sido siempre uno de los llamados "dominios reservados" de la corona, como acaba de dejar muy claro un comunicado oficial marroquí que pone en su sitio al presidente del Gobierno, Abdelilah Benkirán, por atreverse a dar su opinión y criticar el papel de Rusia en Siria. En una entrevista con un medio web palestino la pasada semana, Benkirán se preguntó "por qué Rusia destroza así Siria", y reflexionó: "Rusia podría haber ayudado a resolver la crisis, en lugar de agravarla". Aquellas palabras motivaron que el embajador ruso en Rabat protestara ante el ministerio marroquí de Exteriores, y la protesta (al contrario que muchas otras protestas que no trascienden) fue recogida ayer en un comunicado de la diplomacia marroquí recordando el interés de Marruecos por mantener "unas estrechas relaciones con Rusia". El comunicado de la diplomacia no se quedó ahí, sino que reprendió, sin nombrarlo, al mismo Benkirán al apuntar que las tomas de postura sobre temas internacionales "por su complejidad y gravedad, no pueden ser fruto de improvisaciones arriesgadas, ni expresar puntos de vista personales". Y recuerda, para quien no lo tuviera claro: "Su Majestad el Rey "es el garante de las constantes y la continuidad de las posturas diplomáticas del Reino de Marruecos, y del respeto de sus compromisos internacionales". Más allá de que Marruecos haya operado un acercamiento a Rusia en los últimos tiempos sin ofrecer ninguna explicación en sede parlamentaria, el incidente pone de manifiesto un secreto a voces: que el presidente del Gobierno en Marruecos no controla la diplomacia del país. Algunos, como Aziz Ajanuch, nuevo presidente del partido Reagrupamiento Nacional de Independientes, amigo del rey y figura ascendente en la política marroquí, acaba de decirlo aún más claro: "Solo el rey tiene derecho a hablar de la política exterior de Marruecos", según recoge hoy el portal yabiladi.com. Curiosa frase de alguien que suena precisamente como próximo ministro de Exteriores, y que revela las paradojas del sistema político marroquí. En 2011, en plena primavera árabe, Marruecos (a propuesta del mismo rey) votó mayoritariamente una nueva constitución que parecía abrir la puerta a un mayor reparto de poderes en el país; al año siguiente, el rey pareció que delegaba al menos una parte de la política extranjera al dar el ministerio a un hombre del islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD, que dirige el mismo Benkirán). Pero en la realidad las cosas no cambiaron un ápice, y el PJD, por poner un ejemplo, tuvo que tragarse su propia opinión sobre el golpe de estado en Egipto del general Abdelfatah Al Sisi (que condenaba) al ver que el rey se había apresurado a felicitar al nuevo hombre fuerte en El Cairo. Más adelante, Marruecos se sumó a guerras externas (lo hizo en Yemen y en Irak, en ambos casos de la mano de Arabia Saudí y Emiratos Árabes) sin que el PJD tuviera nada que ver con esas decisiones, ni tampoco fueran refrendadas por el parlamento, dejando claro una vez más que es en el Palacio donde gravita toda la política exterior. Aun así, la incómoda presencia de aquel islamista al frente teórico de la diplomacia no duró ni dos años, y en octubre de 2013 fue sucedido por Salahedín Mezuar, que entonces dirigía el RNI y de quien Benkirán, su jefe de gobierno, decía: "Casi no lo veo, él viaja mucho y despacha directamente con el rey, digámoslo claramente". "En este tema en particular de los asuntos exteriores, mi política es la de Su Majestad, y yo le he dicho: Majestad, yo en esto no puedo inmiscuirme", decía recientemente Benkirán a Efe. Sin embargo, que el propio ministerio de Exteriores corrija al presidente del Gobierno es algo "nunca visto en el Marruecos moderno", como recuerda hoy el portal La Nouvelle Tribune, pero sirve al menos para dejar algunas cosas claras. La principal, que en 2016, con la primavera árabe muerta y enterrada, la nunca terminada transición a la democracia en Marruecos se topa con una realidad: el poder cada vez está más concentrado, y no precisamente en manos del gobierno.

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