Secciones
Servicios
Destacamos
Jueves, 1 de enero 1970
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Los que gustan de cumplir con la tradición a rajatabla esperaron hasta las diez de la noche del pasado martes para iniciar el camino hacia el pinar, en busca de la rama de pino, poleo, brezo o eucaliptus con la que ofrendar a San Pedro al día siguiente. Fueron unos trescientos valientes que aguantaron la caminata y la relentada en Tamadaba.
Otros, por el contrario, por comodidad o por no querer perderse la retreta que la Banda de Agaete ofrecía esa misma noche, se fueron hacia el pinar durante el día y guardaron las ramas en sus casas para ayer bailarla y ofrecerla al santo patrono. Fuera como fuere, lo cierto es que a las diez de la mañana de ayer estaban todos en La Era del Molino, primero acompañados por la Banda de Guayedra, y después, por la de Agaete, esperando el momento de iniciar el lento desfile hacia el templo, donde todo el cargamento sería depositado como ofrenda y pago de las más variopintas promesas.
El desfile, encabezado por los populares papagüevos de la villa blanca, fue lento y divertido, impregnando de color la cuesta que conduce a la parte superior del pueblo. Los vallenses imprimen a su fiesta un aire peculiar, lleno de pureza ay compromiso. Se toman muy en serio lo suyo y es de admirar ver como padres y madres inician a sus críos en el rito, llegando incluso a llevarlos con ellos por el tortuoso camino que conduce a Tamabada desde El Valle. Los mayores, que no quieren renunciar, pese a los años y los achaques, a compartir un acto que llevan muchos años viviendo, alquilan una guagua y se llegan hasta Tamadaba a cortar la rama. Muchos, como Honorio Dámaso, vivirán la fiesta a medias, dado que, por enfermedad de su esposa, que está internada en un hospital capitalino, este año sólo se limita a llevar la rama y ofrendarla a San Pedro, pero no la baila, por respeto a su compañera. Los más jóvenes, en cuyos rostros se aprecia el cansancio y los estragos de la vigilia, aseguran que ellos continuarán con una fiesta a la que definen como «la auténtica, la mejor», sin referirse a la fiesta de la villa, pero pensando en ella. Bajo un solajero que atenuaba una suave brisa, El Valle bailó.
Más información en el periódico CANARIAS7
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.