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El gran silencio

Jueves, 1 de enero 1970

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Ted Chiang, un informático estadounidense, escribió un relato que tituló El gran silencio, en el que nos habla de un loro que vive junto al telescopio de Arecibo, en la selva de Puerto Rico, un aparato que escruta lo que se denomina «el silencio del universo» para tratar de captar un sonido inteligente que venga del espacio exterior.

El loro se pregunta por qué los humanos nunca han tratado de hablar con seres de otras especies con los que comparten el planeta y nos dice: «Hace cientos de años, mi especie era tan abundante que nuestras voces resonaban por todas partes. Hoy casi hemos desaparecido. Dentro de poco, la selva estará tan silenciosa como el resto del universo».

Ocurre que en los 4.000 millones de años que hace que hay vida en la tierra se han registrado cinco extinciones masivas de especies. La última sucedió hace 66 millones de años, cuando un meteorito aniquiló a los dinosaurios. Suena muy lejano, pero es que resulta que hoy estamos en ciernes de vivir la sexta extinción, con una diferencia sustancial, de esta seremos responsables nosotros.

Y salvo que se pongan medidas, si no corregimos los malos hábitos, en poquito tiempo, los hijos de nuestros nietos, sin ir más lejos, no conocerán las tres cuartas partes de las especies que existen en la actualidad, muchas de las cuales, por cierto, nos sirven hoy de alimento, por ejemplo el atún.

Así pues, no es para frivolizar. Como ha dicho el catedrático Ramón Tamames, Premio Nacional de Medio Ambiente, «el cambio climático es la revolución o el apocalipsis». De ninguna manera «es un cuento chino», como ha llegado a decir el nuevo presidente de los EE UU, Donald Trump, empeñado en calentar aún más el ambiente, apostando, todavía más, por las energías fósiles, esas que provocan el 85% de la contaminación que nos envenena y enferma al clima.

Convendría tener muy presente que a los cientos de miles de refugiados sirios, cuyas imágenes huyendo de la guerra, tanto nos conmueven, habría que sumar los cincuenta millones de desplazados que hay cada año en África por la sequía y que si seguimos contaminando, derrochando, como ahora, pronto serán 300 los millones de refugiados climáticos.

No es por asustar, pero es para asustarse. Afortunadamente, pese a lo que diga Trump, hay quienes mantienen la llama y trabajan por un mundo más limpio y equilibrado. Por eso hay que destacar iniciativas como la celebrada esta semana en el Sureste grancanario, donde tuvo lugar la doce edición del Seminario Internacional de Comarcas Sostenibles.

Fruto de esa tarea incansable, aquí, allá, en muchísimos rincones, se cambian hábitos y se crea conciencia, tanto que la presión social para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sumado a los avances tecnológicos de las renovables, están forzando a las empresas a acelerar la transformación del sector energético. Aún así, queda demasiado por corregir, por tanto no hay que desfallecer para que no se haga realidad la profecía del gran silencio que nos anunciaba el loro del cuento.

@VicenteLlorca

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