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El esposo de la espía descubierta, Valerie Plame, pide la cabeza de Karl Rove

Joseph Wilson, el ex-diplomático y esposo de la espía estadounidense descubierta Valerie Plame, pidió hoy públicamente la cabeza de Karl Rove, el principal asesor de George W. Bush, "por abuso de poder".

Teresa Bouza (EFE)

Lunes, 31 de octubre 2005, 00:00

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Rove fue uno de los altos funcionarios estadounidenses que mantuvo conversaciones con la prensa sobre la identidad de Plame, aunque el jurado que investigó durante casi dos años el conocido como "caso Plame" no encontró suficientes pruebas para incriminarle.

Wilson indicó en un almuerzo informativo en el Club Nacional de Prensa en Washington que al revelar el nombre de una agente encubierta, Rove violó "la seguridad de EEUU", algo que es "motivo de despido", porque supone "un abuso de la confianza pública".

Rove, el "arquitecto" de las victorias electorales del presidente de EEUU, George W. Bush, ha estado durante meses en el centro de una investigación sobre la filtración del nombre de Plame.

Tras casi dos años de averiguaciones, el fiscal Patrick Fitzgerald anunció el viernes cinco cargos por obstrucción a la justicia, falso testimonio (mentiras al FBI) y perjurio (mentiras a un jurado) contra Lewis "Scooter" Libby que dimitió del cargo de jefe de gabinete del vicepresidente, Dick Cheney, minutos después de hacerse pública la noticia.

Fitzgerald aseguró que el grueso del caso ya está resuelto, aunque dejó claro que la investigación todavía sigue en marcha, lo que hace que los analistas, que se multiplican estos días en los medios, sigan especulando con la posible caída de Rove.

Wilson aseguró hoy sentirse "orgulloso" del sistema judicial estadounidense, porque -dijo- con su decisión ha demostrado que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, pero puntualizó que el hecho de que un alto funcionario de la Casa Blanca haya sido acusado no debería de ser motivo de celebración.

El ex embajador insistió, de todos modos, en que la investigación no debería acabar aquí y apuntó que existen dos preguntas cruciales a las que todavía hay que dar respuesta.

El primero de esos interrogantes es quién fue el responsable de que en el discurso sobre el Estado de la Unión pronunciado por Bush en enero de 2003 apareciese una frase -un total de 16 palabras, según recordó hoy Wilson- que aseguraba que Sadam Husein había intentado adquirir materiales nucleares en Africa.

Esa afirmación resultó ser falsa, como Wilson había comprobado ya con anterioridad a esa fecha, y fue uno de los argumentos en los que se apoyó el Gobierno de EEUU para lanzar la invasión contra Irak.

Wilson viajó a Níger en febrero de 2002 en una misión de la CIA para comprobar la veracidad de un informe según el cual el país africano había vendido uranio a Irak para su uso en armas nucleares.

El ex embajador concluyó, tras un exhaustivo examen, que esas afirmaciones eran infundadas, algo que, según apuntó hoy, también indicaron otros tres informes similares.

En julio de 2003, Wilson hizo públicas sus discrepancias con la administración Bush, al publicar un artículo en el diario "The New York Times" en el que afirmaba que EEUU había manipulado la información para justificar la guerra contra Irak.

El nombre de Plame se conoció pocos días después debido a una revelación que su marido atribuyó a una venganza de la Casa Blanca.

El ex diplomático lamentó hoy que EEUU se embarcase en una guerra usando "falsos pretextos" y que el debate que tiene lugar ahora sobre la invasión de Irak no se produjese hace tres años.

El segundo interrogante pendiente de respuesta es "a quién se responsabilizará en última instancia por revelar la identidad de una agente de la CIA y, en esencia, por poner en peligro la seguridad nacional de este país".

Wilson ha señalado en múltiples ocasiones que la divulgación del nombre de su esposa fue una venganza contra él, un acto que, además, puede ser considerado delito en determinadas circunstancias.

El problema es que las leyes para perseguir ese delito hacen muy difícil comprobar la existencia de un acto delictivo.

Eso explicaría que a pesar de que fue precisamente la filtración del nombre de la espía lo que desató este revuelo, el fiscal no haya todavía podido incriminar a nadie por esa ofensa.

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