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El crimen del maestro y los siete ferroviarios

El crimen del maestro y los siete ferroviarios

Rubén Arranz / EFE

Jueves, 1 de enero 1970

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La apertura el pasado domingo de una fosa común de la Guerra Civil en Matallana de Valmadrigal (León) ha permitido desenterrar los restos de ocho hombres, pero también desempolvar una parte de la historia de esta pedanía confinada hasta ahora en la mente sus más viejos habitantes. Amanecía un domingo de otoño de 1936, en los albores de la Guerra Civil, cuando un hombre que caminaba por la carretera que conecta Santa Cristina de Valmadrigal con Matallana de Valmadrigal (pedanía de este municipio) escuchó disparos que después sabría que acabaron con la vida de ocho hombres, al parecer, un maestro y siete ferroviarios. Alertado por el estruendo, se dirigió rápido a avisar a los vecinos del suceso. Entre ellos, se encontraba media docena de niños que hoy son los más viejos del lugar y que fueron los que dieron las pistas de la ubicación de la fosa común abierta el pasado domingo, según relata a Efe el alcalde de la localidad, Ceferino Revilla. Los habitantes de este pueblo, perteneciente a una zona decantada desde los primeros meses de la Guerra del lado de los nacionales, acudieron al lugar de los hechos, a escasos metros de la carretera, donde yacían los fusilados cubiertos por una capa de paja. Aunque ninguno de los testigos sabe a ciencia cierta quién o quiénes fueron los responsables de los asesinatos, todos señalan a dos personas, un influyente miembro de los posteriores gobiernos de la dictadura y un hombre "que primero mató" para la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y luego para el otro bando. Cuando llegaron al lugar del fusilamiento ya habían enterrado a los ocho hombres "a un metro de profundidad" -como se ha certificado en la excavación-, aunque algunos de los testigos escucharon que la mayoría de ellos pertenecía al grupo de los ferroviarios, uno de los más perjudicados durante el conflicto bélico por su alto grado de afiliación sindical y porque contribuyó al mantenimiento de las comunicaciones con la zona republicana. Uno de los fundadores de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), Santiago Macías, explica a Efe que existen documentos que aluden a la "depuración" de los profesionales de este gremio, mayoritariamente simpatizante de la república. Desde el domingo, Macías está presente en la exhumación, en la que ocho voluntarios desentierran poco a poco los huesos y los ropajes de los fusilados protegidos del frío -que ayer llegó a los nueve grados negativos- mediante un bidón apañado a modo de calefactor sobre el que arde la madera que depositan. Si bien no se sabe aún su identidad, Revilla incide en que uno de los testigos les ha revelado que uno de los cadáveres es el de José Trapero, quien fuera maestro del pueblo leonés de Castrovega de Valmadrigal, a escasos kilómetros de donde se halla la fosa. En un municipio de 330 habitantes "donde las noticias corren como la pólvora", acontecimientos como éste hacen que la gente adopte diferentes posiciones, a favor de la exhumación, en contra de ella "porque supone revolver innecesariamente el pasado" o a favor de saber que allí se encuentran los cuerpos, pero en contra de extraerlos. Estos días, mientras se desarrollan los trabajos, diferentes vecinos del pueblo se acercan a contemplar las labores desentierro de una fosa que era un secreto a voces que estaba allí, apunta Revilla. "Yo mismo he pasado cientos de veces por el lugar de los hechos, sabiendo por lo que he oído desde años atrás que allí se encontraba y, por la rutina, me he acostumbrado a convivir con esto. Y eso le ha pasado a todas las personas que lo sabían", concluye Revilla.

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