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Durante casi un mes, mientras en las calles de Santa Cruz de Tenerife la temperatura oscilaba en torno a los 30 grados centígrados, en el set nº1 de los estudios Plató del Atlántico se estaba bajo cero, muy cerca del Polo Norte. La nieve y el hielo lo dominaban todo, mientras Josephine Peary y la inuit Allaka vivían una situación límite en un minúsculo iglú. Esta parte fundamental de la película Nadie quiere la noche (Nobody wants the Night), dirigida por Isabel Coixet y producida por el grancanario Andrés Santana, que ayer inauguró la 65ª edición de la Berlinale, se rodó en junio de 2014 en los estudios tinerfeños de Plató del Atlántico, del productor y cineasta isleño Lucas Fernández.
Fueron unos días intensos, rememora Fernández, cargados de anécdotas que hoy, ya estrenado el filme en la capital germana, se pueden dar a conocer.
Sin desvelar detalles trascendentales de la historia que cuenta Nadie quiere la noche, en la gran pantalla el espectador verá a un bebé tinerfeño. «Para el niño que tiene uno de los personajes buscamos a dos gemelos en la isla. En el cine, siempre que se rueda con bebés se utilizan gemelos, que se alternan para respetar el sueño, el descanso y la alimentación de cada uno. Cuatro días antes de empezar a rodar localizamos a unos. Instalamos un camerino especial, con cunas y con todo lo que sus padres [ella es enfermera y él conductor de ambulancias] necesitaban para estar cómodo. Se instalaron durante dos semanas », explica.
En los estudios Plató del Atlántico, Isabel Coixet rodó de manera secuencial, explica Fernández, lo que supuso un esfuerzo extra para Juliette Binoche, que da vida a Josephine Peary, la mujer del mítico explorador que descubrió el Polo Norte. «Su personaje pierde peso a medida que la historia avanza y cada vez está más demacrada. En este sentido, Juliette Binoche fue súper estricta. Llegaba al rodaje cada día con un tupper de arroz hervido que se traía del hotel. Y era eso lo único que comía esa jornada». Salvo una noche, en la que salió a cenar con parte del equipo a Santa Cruz de Tenerife y descubrió El puntero. «Fuimos con Isabel [Coixet] y Andrés [Santana] a cenar a El puntero, uno de los pocos guachinches que quedan en Santa Cruz casco. Comió muy poco, por su rígida dieta, pero le encantó. ¡Siempre que le planteaban salir a cenar, decía que quería repetir en El puntero!», explica entre risas.
Rinko Kikuchi, por su parte, que encarna a la esquimal Allaka, solo probó comida elaborada como en su japón natal durante su estancia en la isla. «Ni un solo día probó algo que no fuera japonés. Su catering provenía del restaurante japonés Kazan, que tiene una estrella Michelin», cuenta Lucas Fernández.
Destaca la cordialidad y la profesionalidad de las dos actrices. Pone como ejemplo el detalle que tuvo la Binoche al terminar el rodaje. «Contaba con una intérprete que traducía del inglés a los miembros del equipo que no lo hablaban. Le encargó que comprara una cesta con productos típicos canarios queso, mojo, etcétera y se las regaló el último día a cada uno de los trabajadores», rememora.
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