Cosa de dos
José Luis Rodríguez Zapatero llegó al poder hace cuatro años como un invitado imprevisto en una noche tormentosa. Ahora ya sabemos que la madera de ese líder está hecha con las astillas de millones de españoles que se toman en serio su discurso de que otro mundo es posible, que hay otra forma de encarar los problemas, que el talante es algo más que un invento de un publicista y que la firmeza es compatible con decir que sí a casi todo y a casi todo el mundo.
La victoria socialista puede ser, en todo caso, analizada como la botella medio llena o medio vacía: gana pero tendrá una oposición más fuerte que antes y, sobre todo, menos fragmentada. Con los números en la mano, José Luis Rodríguez Zapatero tiene por delante un mandato aparentemente cómodo, pues si pudo salir airoso con 164 diputados, no parece que con 169 vaya a enredarse en extraños pactos de gobierno. En todo caso, la clarificación del panorama político es la otra noticia de la noche electoral: España se polariza entre un PSOE que sube y un PP que crece todavía más. El país, en suma, es cosa de dos siglas.
Mariano Rajoy y los suyos harían bien, en todo caso, en reflexionar sobre si el resultado cosechado este 9-M es su techo particular, pues si se instalan en la complacencia se despedirán durante una larga temporada de La Moncloa.
En cuanto a los perdedores de la jornada, no hay dudas: Esquerra e Izquierda Unida. El partido que presumía de nacionalismo independentista y el que lo hacía de estar más a la izquierda del Congreso se hunden víctimas precisamente de su alianza coyuntural con los socialistas, de manera que el PSOE ha sido una especie de mantis que los ha devorado, si bien hay que reconocer que tanto ERC como IU pusieron mucho de su parte para ese festín. Es, por tanto, la consecuencia lógica de muchas incongruencias que se pagan a un precio muy caro cuando hay que buscar apoyos en la ciudadanía.
Y en cuanto a Canarias, el PSOE convence; el PP resiste y CC sobrevive. ¿Habrá cambios en el escenario isleño? La experiencia dice que sí pero esa misma experiencia dice también que habrá que esperar. Después de todo, una buena ruptura merece una gran excusa.