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Comunicación 3.0

Jueves, 1 de enero 1970

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Estamos apenas a cuatro días del inicio de las jornadas i-Cities que se celebran este fin de semana en la villa tinerfeña de Candelaria. Y, dentro de ellas, a cinco de la mesa redonda ‘Periodismo en la Red’ en la que tengo el gusto de participar junto a Ignacio Escolar y Fernando Jáuregui. Así que creo que ya es tiempo de ir animando un encuentro que, a priori, se presenta apasionante. El debate en torno a los retos del periodismo en la era digital es casi tan antiguo si por antiguo se puede entender una distancia de apenas un par de décadas como la propia irrupción de Internet en la escena de la comunicación. En este debate dos son los presupuestos que gozan de mayor consideración, y también los que despiertan mayor pasión entre los analistas, profesionales, usuarios y resto de agentes implicados: la adaptación del periodismo tradicional a los nuevos tiempos, tanto a escala tecnológica, como en su definición teórica y práctica; y la consideración del periodismo ciudadano como fenómeno emergente más o menos contrapuesto al periodismo oficial. En cualquiera de los dos casos, la realidad que soporta el debate es la misma: los medios de producción y difusión, hasta ahora al alcance sólo de los grandes poderes económicos, han dado paso a toda una gama de herramientas gratuitas o de escaso coste que, impulsadas de ese gran canal global que es Internet, hacen posible que cualquiera pueda publicar su propio 'periódico', su propia 'radio' o 'televisión' sin mayores esfuerzos. Cuando utilizamos la palabra revolución, no lo hacemos en sentido metafórico. La ciudadanía ha tomado la Bastilla de la comunicación bajo el estandarte de Internet, y amenaza seriamente el estatus y la pervivencia de una nobleza que se ha visto sorprendida en la seguridad de un sistema analógico que arde por los cuatro costados.Sin embargo, atreverse a vaticinar el fin de los medios a manos del periodismo ciudadano me parece mucho atrevimiento. Por dos razones fundamentales. Por un lado, por la capacidad de reacción de los propios poderes mediáticos. Caótica, sí. Errática, también. Cobarde, bastante. Pero empeñados de manera firme en la superación y en la adaptación, con retos difíciles e importantes, como la democratización de sus propuestas o la propia estructuración de sus redacciones. Pero retos superables a medio o largo plazo, al fin y al cabo. Y, por el otro, porque el denominado periodismo ciudadano tiene mucho de comunicación, pero quizá no tanto de periodismo, si tomamos éste como profesión y asunción de unas normas, derechos, responsabilidades y obligaciones. Comunicación ciudadana quizá sea un concepto más apropiado, por lo amplio, diverso, directo y libre que conlleva. ¿El futuro? A mi modo de ver, confluencia, complementación y control mutuo. Una escena mediática que ya nunca será la misma, mucho más democrática, rica y diversa, sí, pero sin vencedores ni vencidos. Al menos, como digo, en el espacio digital.

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