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EFE
Jueves, 16 de julio 2020, 14:39
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Judío, portugués y sabedor de lo que encontraría al final de su viaje por el Atlántico; así es el Cristóbal Colón que presenta el historiador Christian Duverger en su novela "El ancla de arena", en el que revisa una figura que "es más un mito que un personaje histórico".
"Mi idea es que se sabía exactamente, con antelación, lo que encontraría Colón; hay una visión anterior de lo que había en América y España tuvo un lugar activo para apoderarse de este territorio", comenta Duverger (Burdeos, Francia, 1948) en entrevista con Efe.
La novela, ambientada en la actualidad, gira alrededor de un asesinato vinculado con el desaparecido "Diario de abordo" que Colón escribió en su viaje a las Indias, lo cual sirve como pretexto para que el historiador ponga sobre la mesa las incógnitas sobre el personaje.
"La leyenda romántica que dice que Colón fracasó en la idea de convencer a los reyes de España, que finalmente la reina lo llama cuando iba en el camino de Córdoba con su mula y que (Isabel la Católica) decidió para salvar el proyecto empeñar sus joyas es una invención romántica del siglo XIX", afirma el francés.
Porque, argumenta, en este siglo fue cuando la Iglesia católica intentó canonizar al descubridor, en la búsqueda de una figura santa que sirviera para representar la unión de América Latina.
De acuerdo con la hipótesis que apoya Duverger, hubo una "gran preparación" del descubrimiento, ya que, antes de vender su viaje a los Reyes Católicos, Colón obtuvo la información del trayecto y su destino de manos de un informador, con lo que aprendió cuál era la ruta que permitía el regreso (por el norte).
"No sabemos si Colón ya viajó (antes de 1492), pero que se hizo el viaje antes, ida y vuelta, sí, eso es prácticamente cierto", asegura el historiador, para quien hoy en día se simplifica el papel que tuvo la Corona española en el acontecimiento, relegado a la aprobación del proyecto del navegante por una "especie de casualidad".
Una prueba que apoya esta teoría, aporta el autor, es la insólita rapidez con la que el papa Alejandro VI -español, de la familia Borgia- publicó la bula Inter caetera, por la que otorgaba América a España en mayo de 1493.
Otro de los aspectos más intrigantes sobre Colón es que, hasta el momento en el que firma las Capitulaciones de Santa Fe con los Reyes Católicos en 1492, su nombre "no aparece en ningún documento, no tenemos nada sobre su nacimiento, bautismo, casamiento, no hay un recibo de deuda, un contrato comercial... nada", señala Duverger.
La razón "más manejable" para explicar la ausencia de documentos es que "no lo buscamos con el adecuado nombre, seguramente lo cambió".
Y lo hizo, apoya la teoría del historiador, porque Colón era "un judío de origen portugués" y tendría que ocultar sus orígenes, ya que entonces los judíos tenían prohibido permanecer en territorio español, a no ser que se convirtieran al cristianismo.
"Él mismo seguramente organizó la eliminación de pruebas", defiende Duverger, quien también resalta cómo, a la vuelta de su primer viaje, Colón hizo escala antes de pisar territorio español en las islas Azores -portuguesas, donde se tenía prohibida la entrada a barcos españoles- y en Lisboa, donde permaneció diez días.
Especializado en civilizaciones mesoamericanas y también autor de "Crónica de la eternidad", donde arrebataba a Bernal Díaz del Castillo la paternidad de la crónica de la conquista de América para dársela a Hernán Cortés, Duverger llama la atención sobre otro aspecto: la partida de Colón rompía un tratado con Portugal.
El Tratado de Alcazovas, explica Duverger, establecía que "la navegación al sur de las islas Canarias, los mares y las tierras" pertenecían a Portugal; con él, España adquiría el compromiso de "no extender su dominio marítimo".
En todo esto, juega un papel clave "un elemento irracional", que es "la relación afectiva" entre Colón e Isabel de Castilla, "platónica o no platónica, eso no lo podemos saber, pero había una especie de fascinación mutua" que facilitó el convencer a la reina para que rompiera el tratado.
En la historia, que "siempre" se presenta como una sucesión de cosas coherentes, a veces "la dimensión humana impacta en su contexto lógico", apunta el autor.
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