Caso del talio: Frontela afirma que los forenses dicen "barbaridades" y "bobadas"
Antonio F. de la Gándara
Jueves, 6 de febrero 2014, 14:22
El catedrático en Medicina Legal Luis Frontela, que comparece este jueves como perito de la defensa en el juicio del caso talio, en la capital grancanaria, ha acusado a los forenses que afirman que Laura murió envenenada de decir "barbaridades científicas" y "bobadas".
El médico contratado por la defensa, autor de la polémica segunda autopsia de las niñas asesinadas en Alcasser, ha apoyado su intervención en crudas imágenes de la autopsia de la fallecida, proyectadas sobre la pared de la sala de vistas -el juez ha criticado que hubiera dinero para un nuevo palacio y no para una pantalla-.
En un momento dado, el acusado como presunto asesino, Iván R.A., llegó a encontrarse bajo una foto a tamaño gigante de su esposa desnuda y muerta sobre una mesa de autopsias.
Los forenses que hicieron la primera autopsia a las niñas de Alcásser llegaron a decir en su día que, más que medicina, Frontela hacía "magia". Lo que sin duda hizo este jueves en Las Palmas el ex médico forense fue darle la vuelta completa como un calcetín a los informes de los autores de la autopsia a la enfemera granadina, pues segón él, Laura ni tenía talio en cantidades tóxicas ni intoxicación por otras drogas.
El perito de parte negó y renegó de todo lo afirmado por los forenses de Las Palmas Javier Tapia y Eva Bajo. Comenzó su informe hablando de sus primeros pinitos como forense en sus años mozos -el jeuz le tuvo que pedir que fuera al grano- y, donde los forenses de Laura dijeron encontrar un pinchazo de una aguja, el dijo que sólo veía el corte transversal de un vaso sanguíneo, apoyánose sobre una ingeniosa sucesión de imágenes de un trozo de plastilina cortado en lonchas.
No fue parco en imágenes escabrosas a tamaño natural del hígado, el estómago, la cara y los ojos de Laura, y afirmó que las autopsias hay que hacerlas "con salero".
Al cierre de esta crónicaa, el médico aún no había acabo su informe. Los forenses se revolvían en sus asientos ávidos por darle la réplica.
