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Canela Fina. Ya estamos

Jueves, 1 de enero 1970

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Lo que prefiero de CC es que se trata de una organización sana, capaz de plantearse abiertamente sus conflictos internos para resolverlos con carácter definitivo y seguir evolucionando hacia la excelencia. Ejemplo paradigmático de ello es cómo han abordado los nacionalistas la elección de su candidato a la Presidencia a lo largo de su menguada pero convulsa historia. Cada cuatro años nos obsequian con una lucha entre familias insulares y partidarias librada en buena medida a través de los medios de comunicación y cuyo desenlace es una solución por mayoría o de compromiso alcanzada con carácter de urgencia y adornada con una serie de nuevos condicionantes que aseguran una nueva edición del conflicto en el plazo de una nueva convocatoria electoral.

Ahora nos encontramos ante las consecuencias del último trauma nacionalista por la candidatura a la Presidencia, cuyos efectos se alargaron hasta la conformación del actual Gobierno, contaminaron las listas de las elecciones generales del 2004 y provocaron una importante escisión interna en Gran Canaria y Lanzarote que ha descapitalizado en la provincia oriental y en los grupos nacionalistas en las Cortes Generales.

Que José Carlos Mauricio reclame la alternancia para que la candidatura recaiga esta vez en una persona de la organización grancanaria no es nuevo ni a nadie debería sorprender. Supone simplemente reclamar el cumplimiento del acuerdo interno alcanzado hace cuatro años para, como digo, garantizar la continuidad del conflicto. Más desazón debe causar sin embargo que Mauricio proponga a Manuel Lobo y a María del Mar Julios como posibles candidatos. Y no tanto porque ambos constituyan opciones de segunda ante las ya seguras candidaturas de Juan Fernando López Aguilar y José Manuel Soria como por la inquietante sensación de déjà vu que produce. ¿O es que alguien ha olvidado las veces que negó el ahora consejero de Economía su disposición a formar parte del Gobierno de Canarias?

Tampoco impresiona la puesta en escena de Paulino Rivero para advertir que por encima de los acuerdos previos están las mayorías, que pueden modificar tales acuerdos, y para sembrar un par de bombas lapa para advenedizos dispuestos a aventurarse en los confines del poder ático. ¿Qué otra cosa se puede pensar de que haya señalado que el que obtenga la Presidencia se quedará en pañales ?siempre y cuando no se trate de ATI? en función de la teoría de la compensación del poder que rige entre los nacionalistas?

Pero para sobresalto el hecho de que, de la mano de Mauricio, haya vuelto a aparecer el fantasma de Antonio Castro como persona capaz de deshacer la competencia Gran Canaria-Tenerife por la Presidencia del Gobierno. Era lo que faltaba. Lo que faltaba para que todo volviera a ser como hace cuatro largos años.

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