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Ayuda divina en los burdeles

Ayuda divina en los burdeles

Marta Ramos

Jueves, 1 de enero 1970

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Alicia Martel es de esas personas que se sienten realizadas al ayudar a los demás y, en especial, a las mujeres. Desde hace unos treinta años, esta grancanaria nacida en el barrio de Jinámar vela por las prostitutas. Desde hace más de diez, lo hace a través del programa de atención a las mujeres en esta situación de la congregación de oblatas de Almería a la que pertenece.

No es una monja típica. No lleva hábito y por la noche sale, junto a otras religiosas, en una furgoneta a recorrer clubes de alterne, cortijos, polígonos y cunetas de carretera en busca de mujeres que ejercen la prostitución y que están en situación de vulnerabilidad. Esa es la labor de las Religiosas Oblatas del Santísimo Redentor, que llevan años luchando contra la trata. Las oblatas van en busca de ellas de una manera altruista y su único objetivo es ayudar a las que son víctima de la explotación sexual a escapar de los proxenetas mediante asesoramiento jurídico o un piso de acogida. «Nuestro objetivo es descubrir mujeres que están trabajando en esto sin quererlo porque han sido obligadas», explica Alicia Martel. La mayor parte de las mujeres que son tratadas por esta congregación, prosigue, son extranjeras o menores de edad «que han sido engañadas por sus parejas e incluso amigos que se hacen pasar por amigos cuando en realidad son enlaces con mafias». La raíz de esta situación está en que muchas no tienen educación, lamenta la religiosa. En todos estos años ha vivido experiencias «muy duras». Entre ellas, Alicia Martel destaca los maltratos por parte de los chulos. «Recuerdo acompañar a una mujer a poner una denuncia porque la habían engañado. Ella se prostituía libremente pero con unas condiciones que no se cumplieron. Al querer dejarlo, el chulo le quitó el móvil, la encerró y la obligó a trabajar más horas. Y todo porque ella se había enamorado de un cliente, algo que tenía prohibido», recuerda la oblata. «También he vivido casos de mujeres que ejercen en la calle a las que les tiran piedras, huevos o que han sido estampadas y que luego no han recibido el dinero de los clientes», añade la religiosa, quien cree que, ante esta situación, «legalizar la prostitución haría frente al maltrato y a las mafias de trata». En este sentido, Alicia Martel afirma que «en el debate político se ha avanzado poco». «Prohibiéndola no creo que se avance porque cierras puertas a las mujeres que trabajan libremente en prostitución. Y como ejemplo están los países donde es así y las mujeres van a la cárcel (...) cuando no son delincuentes», asevera la religiosa, que admite que «el trabajo nocturno tiene peligro, pero no por ella, sino por los que vienen, que en muchas ocasiones vienen drogados y bebidos». Alicia Martel también se muestra crítica con la percepción que la sociedad ha tenido a lo largo de la historia de estas mujeres y, en parte, con la visión desde la religión. «Las hemos culpabilizado. Venimos de una tradición muy religiosa porque pensamos que es pecado, pero, sin embargo, a los hombres los hemos justificado. ¿Por qué?», zanja.

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